11 de junio de 2023

Pérgamo. Ciudadela de libros.

Empiezan a doler los pies. Las llagas aparecen y el calor aprieta. Estos factores solo me indican que llega el verano. Y que me he comprado sandalias nuevas. Y no solo lo digo yo. Mirad vuestra aplicación del tiempo y podréis confirmarlo -lo del tiempo digo-. El sonido de los pájaros no cesa, y el baño de la luz solar nos seduce hasta pasadas las nueve y media de la noche. Hoy es domingo, y termina una semana larga. Mi compañera de fatigas en el trabajo ha estado de vacaciones y eso siempre se nota. Ya le tocaba. A mi en un mes. 

        Por ese motivo, este fin de semana ha sido de exploración interior. Un sábado con Cris, donde terminamos prácticas de la universidad -nos queda nada ya- y salimos a tomar una cerveza. Qué bien se está en una terraza. Esa espuma de una doble fresquita que roza tus labios. Esas bravas que te dan de tapa. El ruido de la calle, de la gente, de la vida. Un beso, una caricia, o incluso un chiste. Si es mío, malo es. Ese azul del cielo y el verde de los árboles. Acacias creo. Papá, ayúdame. 

Todo esto contrasta con este día de hoy. No por el tiempo, que sigue siendo espléndido, sino por la compañía. Hay veces que uno está solo, y con el tiempo aprende a pasárselo bien. Me he levantado en la cama de Cris, extrañamente tarde, y más siendo una cama de 1,05. Ya nos queda poco. Después del desayuno, ella quedaba con sus padres, y yo he aprovechado las horitas que quedaban de fin de semana. Ya sin prácticas por hacer y con un día restante de Feria del Libro, había dos piezas de puzle que juntar. ¿Por qué no?

        El Retiro está precioso en esta época -¿y cuándo no?-, pero hoy brillaba especialmente. El lago lleno de barcas, gente en todos los rincones, hasta una banda de música interpretando los mejores temas del cine. Gente haciendo yoga, parejas paseando de la mano, abuelos con sus nietos en un banco, y grupos de amigos tomando una cerveza. El día se prestaba a eso. Yo iba a tiro fijo, con Chopin sonando en mis auriculares, en dirección a mi puesto favorito. Éramos una marea de gente andando hacia el mismo sitio, aunque algunos se han parado en otras casetas. La mía era la 145. Pérgamo. Reabierta hace menos de un año, esta es la librería más antigua de Madrid. Situada en pleno barrio Salamanca, y estos días, por duplicado en el parque del Retiro. No quiero hacer una crónica de periódico semanal, no es mi estilo. El mercado a veces pide entender el contexto, la actualidad. Pérgamo es la actualidad. Pérgamo es lo que hace que las librerías sigan existiendo. Y con ella, sus libreros. No hay nada más placentero que plantarte delante de 200 títulos, y que alguien te vaya guiando en el proceso de elección. Lo hace Ikea, lo hace Apple, incluso Druni. ¿Por qué no una librería? 

Me acuerdo de cuando vine con mi madre la semana pasada. Un poquito más y nos pilla la lluvia. Nos situamos delante de esa caseta y justo hube tenido dos libros en mis manos, el librero ya sabía exactamente qué ofrecerme. Escritores centroeuropeos. Quizás centroamericanos. Precisamente, Joseph Roth, cuya obra he empezado hoy a leer, fue la primera recomendación que me hicieron. Tuve a Broch, a Ordine, incluso a Joyce en mis manos, pero bastó un primer contacto con la obra de Kafka lo que le hizo darse cuenta de qué estilo era al que había prestado más atención. Dos libros comprados más tarde, nos fuimos mi madre y yo en dirección a otras librerías. “¿Cómo lo sabía?”, preguntó mi madre. Eso es lo que diferencia una buena librería, de una librería común. Esa persona que está frente al peligro, con un vistazo de la situación, sabe perfectamente a qué cliente tiene que decirle algo, y a cuál no. Hubo otras personas a la vez, y solo nos dijeron algo a nosotros. ¿Casualidad? No, sin duda. 

        Una semana después, he decidido volver. Hoy solo. Pero con las mismas ganas, incluso más después del primer encuentro. Hoy me he decantado por otro tipo de autor. Tras leer "La utilidad de lo inútil", Ordine ha vuelto a caer en mis manos. A ver con qué nos sorprende esta vez. 

Hay gente que compra por portada, por argumento, por autor, incluso por recomendación. Cris me suele decir que compro por portada, por si me parece bonita o no. Corrijo. Yo compro más por edición que por portada. Puede tener la portada más bonita que si lo de dentro no es agradable, seguramente no me lo compre. Anagrama, Salamandra, o Editorial Tusquets son algunas de esas marcas a las que uno les presta más atención. Porque ya sé cómo son. Porque siempre tienen algo bueno. Y porque siempre me pueden sorprender. No significa eso que no compre otras ediciones, pero es verdad que algo de ellas me atrapa en cada una de sus líneas.

        Ya son las 18.15 y escribo esto en la mesa de mi habitación, con Ray Charles de fondo en el tocadiscos. Ya no hace tanto sol, y el calor ha remitido. El café me hace compañía. Leal escudero. Escribir esto me transmite paz, y aunque ya se vaya acercando el lunes, me queda la ilusión de que mañana recojo mi máquina de escribir. Un auto-regalo que hace tiempo me quería hacer. Si me faltaba algo en mi carné de “fuera de mi época”, seguramente esa fuera una de ellas. Poco más queda por decir. Poco más puedo aportar. 

P.D. Si necesitáis alguna recomendación de algún libro, escribidme a mi Instagram, @trombonistaalavista, y algo podremos conseguir, sin duda. Al menos, leeros mi entrada, que es un primer paso que os llevará por buen camino. Seguro.