9 de julio de 2019

El gran final (Marina; Parte IV)


Ahora mismo estáis empezando el último extracto de Marina, un libro que hemos estado analizando durante un tiempo y hoy llegamos a su final. Intentar resumir toda la acción de las últimas páginas en menos de 1000 palabras es complicado, pero lo vamos a intentar. ¿Por dónde nos habíamos quedado el otro día?

Víctor Florián era un hombre peculiar. Aceptó el caso de Kolvenik en 1945 por codicia, ambición. Al quemarse la torre de la pareja, todas las pruebas se perdieron. Pasó el tiempo y fueron muriendo los exdirectores de la Velo-Granell (por causas naturales. Obviamente). Florián siguió investigando a Kolvenik hasta que descubrió que las donaciones a los hospitales eran para comprar muertos. Aconsejó a los chicos dejar el tema, pero el tema los estaba persiguiendo.

Esa noche, la tos de Marina despertó a Óscar. Tenía fiebre y sangraba, pero ella decía que estaba bien. Todo estaba sucediendo demasiado rápido. Óscar se fue a vagabundear por la ciudad hasta que llegó al cementerio de Sarriá, donde se tuvo que esconder de un carruaje que acababa de llegar. El cochero se acercó a la tumba sin nombre y al darse cuenta de la presencia del chico lo empezó a perseguir. El chico se pudo esconder en el carruaje y al salir se encontró dentro del Gran Teatro Real. Allí vivía un tal Luis Claret.

Claret era una de las dos únicas personas que vieron a Kolvenik los últimos días de su vida. Este salió en dirección a la casa de Shelley con la intención de matarlo por traición –no tenía un frasco que en este momento no sabemos para qué sirve-. El doctor le dio unas balas y unos momentos más tarde Claret se internaba en las alcantarillas. Óscar avisó al policía y vio a la hija del doctor entrar en la alcantarilla con un frasco. Algo no iba bien.

Allí encontraron el taller donde se creaban los monstruos. Florián murió y Óscar despertó en casa de Marina, a salvo. Claret lo había salvado de una muerte casi segura. Mientras, Marina había averiguado que la mariposa negra de Mijail se llamaba Teufel, una criatura que resucitaba matando a sus crías. Más tarde fueron a hablar con Claret, que los llevó hasta la dama de negro; ¿la mujer de Kolvenik? ¿no estaba muerta? Se ve que no. El circo había sido su hogar; actuar y ensayar era su vida hasta que conoció a Mijail. Ese momento que te saca una sonrisa durante toda la vida para Eva fue el primer día que se conocieron. Kolvenik la rodeó de lujo y misterios, hasta que descubrió el infierno que guardaba en la Velo-Granell. Se casaron y con el ácido empezó el horror. A Mijail se le había muerto la familia, hasta su padre en acogida. Cuando murió, intentó reconstruirle el corazón y lo encerraron por loco. Del manicomio escapó haciéndose el muerto –siempre fue muy listo- Eva decidió tener una hija y se la dio al doctor Shelley para que la criara.

El último día de 1948, los extutores de Eva incendiaron la casa; Eva saltó con Claret y Mijail escapó de la torre donde estaba encerrado como un espectro. Huyó y estuvo desaparecido bastante tiempo. Averiguaron que su intención era morir para poder resucitar con la ayuda de la esencia de las mariposas no como persona sino como bestia. Un año más tarde, con la muerte de los exdirectores de la Velo-Granell descubrieron que Mijail había vuelto. La única manera de matarlo era con balas de mercurio. Hacía 30 años murió por primera vez, ahora volvía a por ellos en busca del último frasco de esencia.

En el teatro se dieron varias persecuciones entre el fuego provocado por los monstruos hasta que Óscar le dio el frasco a Mijail para salvar a Marina; Eva disparó a su marido y los dos murieron bajo el manto de fuego.

Pasados unos días, Óscar se fue de casa de los Blau por sentir que estorbaba; necesitaba ver a Marina, estar con ella… ¿Y si lo que había sucedido era solo un sueño? “Solo recordamos aquello que nunca sucedió”. Cuando tuvo el valor de colarse por tercera vez en el caserón, se encontró con la noticia que la enfermedad que se llevó a Kirsten, se llevaba a Marina. Las visitas al médico por Germán habían sido una farsa. Fueron al hospital cada día y Germán se convirtió en su mejor amigo. Poco a poco el tratamiento hizo efecto, Marina ganó peso y ellos optimismo. Pero la peor noticia iba a llegar pronto, cuando la encerraron en la UVI por una recaída. Óscar buscó ayuda desesperadamente en casa del doctor Shelley, el cual le respondió que “el territorio de los seres humanos es la vida; la muerte no nos pertenece”. Cuando los doctores no pudieron hacer más, se la llevaron a casa, donde abrazados, Marina besó a nuestro chico y le dijo que lo quería. Que lo querría siempre.

Marina murió y Germán y Óscar se la llevaron a la playa, donde esparcieron sus cenizas. En la estación de Francia se despidieron los dos, y Óscar se despidió del mundo por el espacio de siete días. Cuando la policía lo encontró, le preguntaron todo lo sucedido; nunca explicó la verdad. “Todos tenemos un secreto encerrado bajo llave en el ático del alma. Este es el mío” dice Óscar en el prólogo. Y así, 15 años más tarde, en la más bella historia de amor, él terminaría el relato que ella había empezado en el hospital. El relato de Marina.

Para terminar este artículo vamos a dejar, como cada semana, la canción que nos pueda recordar al trozo que acabamos de leer. Hoy nos decantamos por una de Dani Martín en solitario. Cuando leí Marina por primera vez, esta canción me marcó un montón y por esta razón, creo que es perfecta para la entrada de hoy. Además, resume lo que es la vida; “da todo de golpe y luego te lo quita”.

Y ya tenemos 1000 palabras.

¡Gracias a todos! Espero que os haya gustado y no haberos aburrido. Os leo en comentarios y en las redes.

Le Lec.

2 de julio de 2019

Mijail y sus monstruos (Marina; Parte III)

En estos días de pleno calor, lo mejor que puede hacer uno es estar en la piscina o en casa con el aire acondicionado encendido. Siempre es un buen plan tomar una copa en una terracita, pero estos días mejor si nos abstenemos de salir de casa. Por esta razón, nuestra foto de hoy no puede ser más veraniega. Eso sí, ya sea con 20 o 40 grados, nosotros seguimos leyendo nuestra Marina. Estamos ya en su recta final; cuanto más adelante nos encontramos, más interesante se pone el libro. ¿Por dónde lo dejamos la última vez? Ah, ¡sí! Ya sé…

Germán Blau fue el típico hijo de familia adinerada al que no dejaron ser artista, profesión de holgazanes según su padre -algo que no voy a entender nunca-. Esto le permitiría a Germán poder llegar a Viena, Roma o París, donde conoció a la que sería su mujer. Tener un "Blau" era como ahora tener un "Picasso". De repente su padre se enorgullecía. En fin, la hipocresía... Kirsten, su mujer, cantaría hasta que descubrió que estaba enferma. El reloj de su vida se apagaba, igual que el que le compró a Germán. Ese contaba el tiempo que les quedaba juntos. Ese reloj, el que cogió Óscar y estaba roto; lo que él no sabía era que hacía 15 años que no funcionaba.

La vida de Marina y Germán empezó a ser la de Óscar y pasar una semana sin ellos era como subir el Tourmalet para un ciclista aficionado, y más cuando Marina lo había besado. Durante su ausencia, fue contactado por la dama de negro del cementerio. ¿Qué quería? Nada bueno seguro. Esa dirección que le hizo llegar no hizo sino aumentar sus dudas, su desconcierto.

Allí conoció a Mijail Kolvenik. Natural de Praga, empezó a trabajar en la Velo-Granell. Su ingenio e interés por la lectura lo convirtieron en un peón importante que llegó a diseñar un aparato que puso a la empresa a la vanguardia del sector. Era un negocio turbio del que llegó a ser el director; todo se podía comprar con dinero. Adquirió el Teatro Real y se casó con una estrella de la lírica sobre la que se sustentaría el mayor teatro de Europa. El día de su boda sufrió una agresión por parte de un conocido que puso fin a su carrera. Su mansión se quemó y la pareja murió. Aunque se rumoreaba que el fantasma de Kolvenik seguía vivo.

Sus nuevos amigos volvieron de Madrid y se lo llevaron un día a un lugar cercano a la costa, donde pudo disfrutar del agua y el sol. Algo que ahora es necesario para muchos españoles. Allí le pudo contar a Marina todo lo sucedido esa semana. Al volver al internado, una esquela lo sorprendió; el hombre que le había contado toda la vida de Kolvenik había muerto. Era una casualidad muy rara, pero ellos ya estaban metidos en ella. Fueron al invernadero, esta vez de noche; con menos luz, ese lugar era mucho más aterrador. Robaron un álbum con fotografías de niños con malformaciones (a Óscar se ve que le gusta robar cosas que no son suyas), un hecho que provocó persecuciones, títeres queriendo matarlos; hasta pudieron morir atropellados por un tren.

Unos días más tarde, fueron a visitar al compañero de fatigas de Mijail durante los años de esplendor de la Velo-Granell. Este no era otro que el doctor Shelley. Kolvenik le debía la vida al médico. Lo había salvado de una brutal paliza en la prisión. Este les explicó a los chicos bastantes cosas, aunque sabían que escondía algo. Pero, ¿qué?

Pasaron unos días y llegaron las fiestas de Navidad, esa fiesta que a mucha gente le gusta celebrar (aunque no a toda); esa época maravillosa que últimamente nos hemos acostumbrado a celebrar –al menos en Menorca- no tan abrigados como otros años. Una noche, Óscar fue atacado por un ser horripilante que no había llegado a conocer y poder ponerle cara. Este compañero de la muerte quería recuperar el álbum de fotografías que unos días antes ellos habían robado. El chico, no le puso oposición y el engendro salió de su habitación con el álbum. Atacado, con la ropa hecha un asco, y no pudiendo contener la respiración, fue directamente a casa de los Blau, donde lo invitaron a pasar las Navidades. Con Marina decidirían visitar al inspector Florián; un señor que en el próximo y último “episodio” nos resolverá muchas dudas que aún tenemos.

Por último, dejo la canción que esta semana acompaña a nuestro artículo. La podéis encontrar en la playlist de Spotify de Le Lector. Esta semana vamos con Leiva, y su Monstruos, parecidos a los que se encontraron en el invernadero. Espero que os haya gustado y os leo en comentarios o en las redes sociales.

¡Ánimo lectores!

Le Lec.