Como os he dicho alguna que otra vez, me gusta escribir. Evidentemente, sino no estaría escribiendo este blog (vaya absurdidad). La verdad es que hace muchos años que me gusta, y el otro día recordé una historia que empecé a escribir hace 4 o 5 años, la encontré y pensé: estos fueron mis inicios, tengo que subirlos al blog algún día. Tal vez no tiene mucho que ver con otras entradas, pero, ¿cuál sí tiene relación? Ea, ninguna. Nos vamos entendiendo poco a poco chicos. Y hoy ha llegado el momento, entre una entrada de vinilos y una próxima qui arrive de Paris dans les prochaines jours, os meto un trocito para que lo leáis y digáis: vaya tío más tonto. De verdad, tened en cuenta que es de hace 4 años, ¿vale?
Un timbre. Ese timbre. El timbre que habíamos deseado durante muchos meses había sonado a gloria dentro de tu inocente mente. Había empezado un periodo de descanso. El verano, un verano en el que pasarían muchas cosas de las que no tenías ni idea en ese momento. ¿Un sentimiento tal vez? Si no sabías que era eso, por mucho que creyeras que sí. Creías que sabías el significado de palabras como amor, simpatía, añoranza… pero solo tenías 16 años.
Tenías muchos amigos y todos gracias a la música. Una palabra que había conseguido que conocieras personas que eran capaces de sacarte una sonrisa de donde antes había lágrimas, una sonrisa sin contarte un chiste, solo con su presencia, o cosas que solo esas personas entenderíais. ¿Puede ser amor esto? Amor. Aquí ya te metías en terreno peligroso… Qué sentimiento más contradictorio a veces. Un día lo puedes sentir y abrazar con todas tus fuerzas y al día siguiente decirle adiós sin saber ni cómo ni porqué. No avisa. Él llega, un día, no sabes cuál. No te envía un mensaje tampoco, aunque quieres pensar que no tiene tu número guardado. Polvo sería la palabra adecuada para describirlo, por muchas cosas que hayan hablado mil filósofos sin encontrar una concreta descripción.
Habías terminado 4º de la ESO y seguías pensando que había pasado demasiado poco tiempo para estar allí ya. No estabas preparado. Posiblemente no, o tal vez sí, pero no lo sabrías nunca tampoco. En dos años te jugabas un futuro, pero estresarse en ese momento, momento de vacaciones, que justo acababan de empezar, no era buena idea. Aunque esos últimos meses, unos meses en los que estudiar había sido única y fundamentalmente la cosa que habías hecho, habías pensado. Y mucho. Además, dentro de tu habitación, esa que en unos dos años visitarías solo pagando un billete tres o cuatro veces al año, el pensamiento aumentaba en un dos cientos por cien. Debías elegir muchas cosas y de todas, la decisión correcta, era muy difícil de encontrar. ¿Ingeniero informático, diseñador o arquitecto? ¿seguías con la música o la dejabas? ¿Barcelona, Madrid o Santiago? ¿Empezabas a trabajar? Qué respuesta podías dar a todas esas preguntas tan repetidas dentro de tu mente. Ni idea. Lo único que esperabas era en dos años, poder escoger bien.
Retrocediendo un par de párrafos, ¿quién no se ha hecho propósitos cuando empieza el año? Todo el mundo. Los primeros días los cumples, porque los primeros días se cumplen. Y lo hace todo el mundo. Pero luego se complica. ¿Por qué? Como muchas cosas en esta vida, más vale no pensarlas. Te quitas un problema de encima. Puedes vivir con problemas, sí. También puedes vivir sin ellos, y muy probablemente, mejor. Así sigues con tu vida y con tu rutina, tu querida. Ese es el único amor que no te suelta. A los 67 o 69, aún te acompaña, o tal vez no, quién sabe. No se pone un perfume caro, ni se viste de gala los domingos, y tampoco utiliza sus fines de semana para comprar por Gran Vía. No hace ruido. Te acompaña de la mano toda la vida y no te das cuenta. Por una vez que hay amor… Realmente, si lo piensas bien, ¿por qué no consigues cumplir los propósitos? Tan difícil no tendría que ser. Sería como mantener una relación con ellos, e intentar mantenerla siempre, pero por alguna razón desconocida es como si se te olvidara y sale de tu mente por la puerta de atrás. Se esfuma, y una vez que no está, no intentes buscarla porque no va aparecer.
¿Era tan fácil olvidarse de todo en nada? Treinta minutos habían pasado y ya no sabías en qué día te encontrabas ni qué hora era. Lo que tienen las vacaciones.
Así empezaba mi corta historia junto a un teclado. Es solo la primera página de lo que escribí, pero en ese momento me sentía feliz y orgulloso. Ahora lo leo, y la verdad que a mi gusto no está tan mal… Ese rollito de la segunda persona siempre me ha gustado. Es gracioso porque eso es culpa de un antiguo profesor de castellano que tuve, y me lo pegó. ¡Era tan bueno! Desde ese momento hasta ahora he escrito mucho más, y ahora sí estoy con una historia de verdad que ojalá algún día podáis leer. Como dije, los sueños, sueños son. Pero de ilusión también se vive, así que por eso estamos aquí escribiendo un blog, y no en una oficina repartiendo cafés, sin desmerecerlo, vamos. Por algo se empieza siempre (trabajo sea).
Lo único que espero es que esos que tenéis sueños, no dejéis que se conviertan en rutina y se vayan por la puerta de atrás. Los sueños, si se tienen que ir, que se vayan por la puerta grande y con vosotros encima de sus hombros. Y si pueden ser despedidos con banda de música, mejor, que así tal vez incluso cobramos algo. Pero mejor si los cogéis y hacéis de vuestros sueños vuestra vida. Dentro de muchos años podréis decir: dios, ¿no podemos repetir esto otra vez? La respuesta seguirá siendo no, pero vosotros seréis más felices. También, lo que espero es que dejéis vuestro like, os suscribáis a este canal… es broma, me basta que me leáis, y si os gusta, me escribís y estaré feliz.
Gracias a todos.