CARA A. Llevo varios años con un tocadiscos. Desde hace años tenía el sueño de poder tener uno para poder escuchar discos típicos que escucharía un friki de los vinilos: jazz, zarzuelas de mi abuela y rock español de los 80-90 (y anterior). En mi futura casa ideal, siempre había tenido muy claro que no podía faltar un tocadiscos, y aunque aún no tengo mi futura casa ideal, y mi presente casa ideal es la de mis padres, donde no puedo meter cosas ilimitadas, el tocadiscos ya está ahí, en la salita de estar. Es el segundo que tenemos, pero ahora al menos, funciona. La primera experiencia no fue del todo buena, ya que era uno tan sencillo que los discos se paraban, pero este funciona increíblemente bien. Y menos mal.
El otro día hablaba con una amiga y me decía que en su casa tiene unos 200 discos. Evidentemente, mi reacción fue fliparlo mucho. Yo tengo 50, creo, y de momento voy que chuto. En ampliar mi colección tengo que dar las gracias a mis padres, que me han comprado discos y se encargaron de pedir a la familia si tenían algunos de hace años, a mi hermano, que me ha regalado varios, y a Cris, que tuvo el detalle de regalarme uno de los más especiales.
CARA B. No sabéis el gusto que da escuchar ese sonido crepitante de la aguja clavándose en el disco. Por muy buenos que sean unos cascos, el sonido de Spotify no se equiparará nunca con el del vinilo. Es el sonido puro, y aunque no os voy a dar los detalles (por algo existe Google) técnicos de por qué es así, está muy guay ver como con los años nos hemos ido modernizando, y tal vez, perdiendo la esencia, que no calidad. Pero eso pasa con todo eh, menos con los vinos y el queso… Lo que hacía Braun hace más de 50 años seguramente tuviera más calidad que ahora, pero si ahora nos tuviésemos que afeitar con eso, no solo nos quitaría los pelos, sino que tal vez caería hasta la piel.
Los vinilos, pues, son más como el queso. Pueden pasar años, que aunque existan los CDs, MP3s u otros canales de reproducción, nunca nada se escuchará con la magia que tienen esos frisbees negros. Por eso FNAC los está devolviendo a flote, por eso mucha gente va al Rastro y busca vinilos de hace años. Ya sea por ser una persona Vintage o por qué de verdad te guste el rollo, que vuelvan nos alegra, porque a pesar de todo, nunca tendrían que haber desaparecido. Como las analógicas, pero de esto hablaremos otro día.
Yo, como fiel seguidor, voy a seguir ahí, y cada vez más. Si tengo que completar una buena estantería ya puedo ir ahorrando, porque se escucharán de puta madre, pero también son más caros que yo que sé. Ahí entiendo que la gente se decante por Spotify. Pero ya está, no por nada más.
La entrada está llegando ya a su fin. La aguja se está frenando, y como siga así, el disco se va a rayar… Aprovecho para haceros una reflexión; quien me diga la expresión: “suenas más que un disco rayado”, no ha tenido un disco en su vida, porque los discos rayados no suenan, solo se saltan un trozo. Así que ahora ya lo sabéis. Y como habéis aprendido una cosa nueva, nos podemos ir a la cama. Yo ahora me pondré un disco de Elton, que para terminar la noche con una Cocacola y una pizza siempre estamos a tiempo, pero terminarla con una copita y un buen disco de vinilo... eso ya no tiene precio. ¡Larga vida a los vinilos!
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