¿Por qué empiezo así la entrada? Porque no merece menos. Ni más tampoco. Hoy es un día especial, porque tras casi dos años que llevo escribiendo en este blog, nunca había podido dedicar una entrada a Barcelona, mi Barcelona querida. Vosotros no lo sabéis porque nunca lo he dicho, pero hubo un momento en el que me sabía el centro de la ciudad como si fuera la palma de mi mano. Es verdad que aún me la conozco bastante bien, pero ir 5 años después de la última vez, habiendo pasado una pandemia de por medio, ha hecho aparecer en mi palma algunas arrugas que yo no conocía y me dejaron un poquito perdido de primeras.
Estamos hablando de un viaje que hicimos en diciembre. Ha pasado el tiempo, sí, pero como decíamos el otro día… pasa y pasará, y no por eso pierde la importancia. Llegamos con los amigos a Plaza Cataluña y volví a recordar un poco todas esas veces que había paseado por ahí con mis padres. El viaje había sido realmente improvisado, solo basta deciros que una semana antes yo solo me iba a Palma. Pero ahí estábamos, 5 menorquines, en un hostel de Plaza Cataluña, compartiendo habitación con un americano, un alemán y un francés. Parecía Toledo en tiempos de los Reyes Católicos (espero que entendáis por qué).
Fueron dos días, pero ¡qué días! Fueron 36 horas de pasear por todo el centro; 36 horas de comer y beber (con lo que nos gusta a nosotros el comercio y el bebercio); 36 horas de subir Montjuic y recorrernos toda la Gran Vía; 36 horas de salir de fiesta y terminar comiéndonos unos churros a las 5 de la mañana. Como veis, fueron 36 horas muy intensas en las que hicimos de todo un poco, pero si hay que recalcar dos cosas del finde estas dos serían, de menos a más importancia, el ver las luces de Navidad de Rambles y Portal de l’Àngel y la librería que descubrí gracias a ellos.
Llegamos sobre las 18 y el sol se había apagado. La luna hacía su entrada en el cielo de Barcelona y todas esas luces ganaban más protagonismo, ya fueran las de El Corte Inglés o las del Mercat de Llúcia, situado en la plaza de la Catedral. Ahí, andaba yo buscando un caganer bonito para poner en el Belén, cuando me encontré el de Messi en el PSG. Habría sido un buen regalo para mis amigos culés, aunque debido a su alto precio decidí dejarlo en la estantería. Una pena.
A la mañana siguiente, después de unas cuantas cervezas por la noche y haber cenado en el Mcdonalds de al lado del hostel, nos dirigimos a la Dick Waffle que se encuentra en plenas Rambles, justo delante del Liceu. Tiago y yo no lo teníamos claro, pero al final sucumbimos a ese gofre con chocolate blanco y oreo… Hay que decir que esos 17 centímetros eran deliciosamente ricos y dulces, por muy mal que suene. La vendedora, por suerte, estaba acostumbrada a ello.
Ese día transcurrió entre compras, cervecitas y una comida en un restaurante japonés que nos dejó la barriga a un maki de la explosión. Evidentemente, luego había que bajar todo eso, y decidimos poner rumbo a Montjuic desde Plaça Universitat. Esa media horita, entre paseo y carrera para subir las escaleras de la fuente mágica nos hicieron olvidar los nigiris y todas las gyozas que habían entrado en nuestra boca. Las vistas desde arriba eran preciosas, algo que no tenía recuerdo de haber podido contemplar nunca. Esa ciudad cuadriculada cortada por esa diagonal con algunos puntos que se desorganizaban, la montaña al fondo, el cielo azul, conformaban un cóctel perfecto para quedarnos ahí un ratito a disfrutar de la calma.
Al bajar del cielo volvimos otra vez al mundo terrenal. Las calles llenas de taxis y de gente se iban oscureciendo poco a poco, e iban reluciendo las luces de navidad en Gran Vía. Y ahí fue donde por un momento estuvimos en el segundo lugar que he destacado por importancia al principio de esta entrada: Re-read.
Como su nombre bien indica, no se trata de una tienda oficial del FC Barcelona. Y si lo fuera, me temo que al club le queda tan poquito dinero que tendrían que cerrar por vacaciones durante un tiempo. Dejándonos de meter con el Barça, que suficiente tienen con jugar la Europa League (y haber quedado eliminados, que esto está escrito en enero), Re-Read es una librería de segunda mano donde cualquier lector sería feliz durante el rato en el que esté en la tienda. No solo por la cantidad de libros que uno puede encontrar en cualquiera de sus estanterías, sino por la calidad de ellos y la música de ambiente que a un friki del jazz le pone los pelos de punta (y otras cosas que mejor no comentamos). Para ser una tienda de segunda mano, todo estaba tan bien colocado y organizado que me podía recordar a mis paseos con Luna por La Central, en los que cada uno iba a su aire y nos perdíamos entre los pasillos repletos de títulos y nuevos autores que te apetecía descubrir.
Me habría podido llevar 1000 libros (por poder), pero la maleta no era mía y había que economizar peso. Yo me llevaba 6 y Ada otros 5. La competición entre los amigos había empezado. A ver quién se llevaba los mejores, aunque hay que decir que todos los que cogimos eran para cada uno, los mejores. Al ser fans de Harry Potter hubo uno que levantó ciertas ampollas en el grupo: ese no era otro que el de Historia de Quidditch, el cual encontré en un montoncito de libros enano. Sé que no me desearon ningún mal, pero en el fondo sé que querían que a mi libro le faltara alguna página -os aviso ya de que no ha pasado-. De allí salimos cargados y felices, listos para otra noche de fiesta, donde tras un momento de duda accedimos a pagar 20€ para entrar en una discoteca, y sin copa. Sí chicos, sí. Sin copa. Una mierda, pero bueno, dicen que una vez al año no hace daño, y esa fue la última de un 2021 que iba a quedar grabado en nuestras retinas de una forma u otra.
Leer libros y comprar libros son dos actividades totalmente distintas. Ir a Barcelona y vivir Barcelona también. Yo me quedo con la segunda. Más apasionante y divertida. Diferente y con muchas sensaciones. Multicultural y cosmopolita. Leer blogs y leer el mío, eso sí son dos actividades totalmente distintas. Os recomiendo la segunda, más que nada porque así tengo que escribir otra entrada y me entretengo.
Y ahora, hacemos un punto y aparte, hasta la siguiente entrada. Gracias, como siempre.
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