12 de mayo de 2022

Tic, tac. 40 días han pasado.

¿Os acordáis de la última entrada que escribí en este blog? Ha pasado más de un mes, y en este mes muchas cosas han pasado. Tal vez no tantas. Alcaraz ha ganado sus primeros Masters 1000, la inflación ha seguido subiendo, la guerra en Ucrania avanza ante la pasividad del mundo, nadie está a gusto con el poder de España… Tal vez no pasen tantas cosas. Lo único que sigue su curso de forma imparable es el tiempo. Esos segundos que para algunos son un mundo y para otros una miseria. Tic, tac, decía Pedrerol. Tic, tac suena en nuestro reloj. Aunque sea imposible parar ese sonido que confirma que ha pasado un segundo más de nuestra vida, hay veces que desearía pararlo todo y congelarme en los momentos que hemos vivido. 
 
        Tic. Pararía el tiempo justo en el día en el que escribí la anterior entrada. Oh, Paris. Oh, bendita ciudad que te encandila con el simple hecho de estar. De ser. Esos árboles, que en ese preciso instante florecían de purpúreos y alegres colores, nos recordaban que hay momentos que más vale disfrutarlos en vez de capturarlos. No tengo casi fotos de esos días. Tal vez por que no se necesitan fotos de los momentos que se quedan grabados en nuestra mente. Tal vez porque París seguirá allí muchos años más. Perpetua. Invariable. Desafiando a esos segundos que intentamos parar, como si no pasaran para ella. Si tengo que escoger el momento perfecto para visitar la ciudad, seguramente me quedaría en ese: ese momento de cielo azul que poco a poco va dejando su espacio a un cielo anaranjado con el que cerrar el día; esos paseos en los que observas los tejados “a la mansarda” de color gris en el que imaginas a un bohemio escribiendo su novela; ese camino desde el Arco de Triunfo a la Concorde guiado por sus altos árboles perfectamente cortados; esos momentos en los que paras en una cafetería al borde de la calzada para tomarte un café o unas patatas; todas las creperías del barrio Latino en las que parar después de visitar la Shakespeare & Company y todos esos monumentos a la vuelta de la esquina que nos quedan por visitar. No hay rincón sin encanto. O, puede ser, no quisimos verlo. La noche acaecía sobre cada una de sus calles, y no se nos ocurría otro plan que visitar la Torre Eiffel y su espectáculo de luces. Puede que pasen los años, y sin duda, pasarán, pero esos días en París quedarán para ti y para mí, guardados. Volveremos, Cris, sin duda. Esos crêpes de Trocadero no se van a quedar sin ser probados de nuevo. Tac. 
 
        Tic. Pararía el tiempo en ese momento en el que Rodrygo marcó el 2-1 contra el todopoderoso City y nos paró el corazón a todos los madridistas. Mira que este año no vamos exentos de sustos. Aunque tampoco de milagros. El PSG, Chelsea, o Sevilla en liga, habían sido testigos de algunas de las remontadas más increíbles que habíamos vivido en los últimos años. Y lo decimos algunos que hemos visto ganar una Champions en el minuto 93. Pero lo de ese día, hace dos semanas, era impensable. Imposible. No iba a ocurrir, pensábamos todos. O sí. Tenías esa pequeña esperanza guardada que abría la posibilidad al enésimo milagro de esta temporada. Y ocurrió. Después de un partido en el que el paso de los minutos iba cavando nuestra propia tumba, con un City lanzado al ataque y un Madrid salvado por Mendy y Courtois en la misma línea de gol, aparecieron los nuevos para salvarnos una vez más y demostrar que esta competición es la nuestra. Tampoco quiero decir mucho más porque esta entrada no se trata de una crónica deportiva, pero si tuviera que parar el tiempo, este sería uno de los momentos en los que lo pararía. Ese minuto en el que todo cambió. En el que el Bernabéu sonó más fuerte que nunca. En el que nos ganamos nuestro billete a París, mira que casualidad. Tac. 
 
        Tic. Pararía el tiempo finalmente el día 24 de abril. ¿Por qué? Tras una larga temporada entrenando por primera (segunda) vez con el club en el que me crie, jugamos nuestro último partido en casa. Recuerdo el momento de la última charla. Del último calentamiento. El último salto inicial. La última falta apuntada. Y también, la última victoria. Ha costado, y no hemos conseguido nuestro objetivo, pero lo hemos dado todo. Nos hemos dejado la piel en cada uno de los encuentros en los que nos ha tocado sufrir, o bien, la gran calidad de nuestros rivales, o bien, la intranquilidad de vernos 20 arriba y pensar que, un día más, íbamos a perder. No ha habido un partido tranquilo. Nuestro carácter no nos lo permitía. Pero al final hemos ganado 6, y nos hemos colocado a media tabla, algo que a principio de temporada nadie se imaginaba. Me quedo con el esfuerzo de todos y orgulloso, y que, a pesar de yo ser un simple novato delegado, me lo he pasado como nunca en un banquillo que voy a extrañar cuando no lo pise. Me quedo con haber jubilado a nuestro entrenador tras más de media vida dedicada al club con una última victoria; no hemos podido regalarle todas las que queríamos, ni la 2ª plaza de Menorca, pero nos llevamos un amigo para muchos años más, aunque raje de nosotros a pleno pulmón de vez en cuando. Tac. 
 
Tic, tac. Vuelven a pasar los segundos. Como veis, el tiempo pasa volando. Y sólo han pasado 40 días. Aunque si lo pensamos bien, 40 días no son nada. Pero también lo son todo. Espero veros pronto, tengo algo que contaros de Barcelona que hace mucho tengo guardado y mis amigos ya me lo están reclamando. Cuidaros, y nos vemos en la próxima. Tic, tac.   

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