22 de septiembre de 2022

Nuevos comienzos

Hoy se cierra un ciclo. Dos años después, estoy a un vuelo de volver a Madrid. Dos años de carrera y de trabajo después, vuelvo a la capital como una persona nueva. Vuelvo a mi ciudad ideal, para lo bueno y para lo malo, con un contexto totalmente distinto a la vez que me fui. Corría marzo del 2020 y los estudiantes escapamos de donde fuera que estuviéramos para volver a nuestras casas con nuestra familia.

        En ese momento no era posible volver a Madrid y mi vida se dio la vuelta completamente. Dejaba una residencia, una carrera, unos amigos y muchas experiencias para volver a mi casa, con mis padres y una pandemia de por medio. El cambio de carrera era necesario, y buscar un trabajo, prioritario. Allí apareció Icono, la empresa que me lo ha dado todo durante estos dos años y con la que he aprendido todo lo que sé ahora de trabajar. Me ha enseñado a ir de p*** culo y seguir al 100%; de tener problemas y tener que solucionarlos al momento; de tener las cosas listas para ayer y de ir siempre un paso por delante de lo que la gente espera. Ha habido momentos mejores, y algún momento no tan bueno, pero así es la vida. Y esta era la vida que me tocaba vivir.

No tenía que pagar piso, y la mayoría de mis amigos estaban estudiando fuera. Entonces, ya os lo digo yo, el primer año me cerré en mi mismo. Error fatal. Salir, salí poco o nada, y para lo único que salía era para ir a trabajar. Un gran plan, evidentemente. El segundo año surgió la posibilidad de entrenar con el Alcazar, club donde jugué varios años de pequeño. Ahí empecé ya a ser otra persona. Hacer ejercicio siempre ayuda, liberas no sé qué de dopamina o alguna de estas otras que termina con nina, fina… que dicen que ayuda al estrés y ansiedad. Y tanto que ayuda porque seguramente es el mejor cambio que he tenido desde la pandemia. Aunque si tengo que escoger, me quedo con poder hacer cosas con gente. El hombre es un animal social. Nunca me cansaré de repetirlo. Y allí conocí a un grupo de gente que me acogió de la mejor manera posible. Borrachos pero buenos muchachos. Ese es nuestro nombre de grupo, y creo que no los puede reflejar mejor, aunque ese “borrachos” ahora haya pasado a con pareja y trabajando, pero buenos muchachos. Os adoro, y me habéis dado la vida. La vida cambia, y sois el perfecto ejemplo de que a veces, es para mejor. Todo lo bueno que os pase, será alegría mía, y eso es lo mejor que podemos tener.

        Estos dos años me dieron también mucha lectura. Muchos libros que han pasado por mis manos, y algunos que me he leído en menos de 24 horas. A ese punto llegó mi locura por la lectura. Sigo leyendo, mucho. El gran cambio fue cuando antes de dormir pasé de ver una serie a leer, y mis ojos agradecieron el no tener que ver una pantalla una hora más de su día. Ahora me toca decidir qué libros me quiero llevar a Madrid, y no está siendo una tarea nada fácil. Ellos tampoco ayudan. Sé que cuando llegue, Patri me llevará a una tienda de estas de segunda mano, y caerán 3 o 4 más, o sea que tampoco me preocupo.

Dejo para el final, las personas más importantes para mi: Cristina y mi familia. Familia todos, al fin y al cabo. Estos dos años me han dado 730 días con mis padres y mi hermano. Y qué 730 días más bonitos. Con todos sus segundos. Ha habido momentos que han sido más duros, pero han sido tan pocos que no merece ni la pena tenerlos en cuenta. Me habéis dado un amor, como siempre, y nos habéis cuidado como si siguiéramos teniendo esos 4 años que a mamá le gustaría que tuviéramos. El teletrabajo ayudará a venir más de lo que os pensáis. Y yo agradeceré siempre tener esa cama y la comida a punto. Roger, tú prepara el Fifa, que en nada vuelvo a estar allí y hay un equipo que subir a 2ª división.

        Cristina, ahora me dirijo a ti. 3 años de relación que se han basado en mucho Facetime, fines de semana que hemos aprovechado para vernos, y veranos que se han hecho felizmente eternos con la playa y el sol como acompañantes. Por fin podemos decir que vamos a vivir como una pareja normal. Por muy poco normales que seamos tú y yo. ¿Quién iba a decir que una jiennense y un menorquín iban a durar teniendo los 3 primeros años a distancia? Nadie. Menos tú y yo. Pasará lo que tenga que pasar en el futuro, pero al menos habremos tenido la oportunidad de seguir esto en la misma ciudad, y ya te digo, que si hemos pasado todo lo que hemos pasado, esto tiene que ser pan comido.

Cierro así un resumen de estos dos años que tienen 1000 veces más luces que sombras. Empieza una nueva vida, que va a ser igual o más bonita que la que he tenido hasta ahora. Solo tengo que acostumbrarme a la idea de que no vuelvo en junio a final de curso, sino que empieza una nueva vida en Madrid. Os mantendré informados -cuando tenga escritorio en mi piso-. Muchas gracias por seguir aquí leyendo esta entrada. Solo tengo que acostumbrarme a la idea de que no vuelvo en junio a final de curso, sino que empieza una nueva vida en Madrid. Solo tengo que acostumbrarme a la idea… Ay, qué raro va a ser. Y encima con La gent que estimo sonando en Spotify. Me cago en… ¡así no se puede!

11 de septiembre de 2022

Festes de Gràcia, que alegres són.

Y llegaron a su fin. Fueron breves, pero intensas. Tan intensas que uno no se da cuenta de que el tiempo va pasando. Y 3 años han pasado desde que pudimos disfrutar de nuestras últimas fiestas. Una pandemia, un volcán, una guerra y la muerte de una reina han sucedido en todo este tiempo, y las ganas de fiestas han ido en aumento desde la primera cancelación en 2020. 

        Cada verano la isla se llena de turistas y de fiesta. Cada fin de semana podemos disfrutar de dos días en los que se mezcla buena compañía, caballos, alcohol, música, y comida. Mucha comida. Empieza el verano con las fiestas de Sant Joan, a las cuales hace tiempo que no voy, y a partir de ahí se van sucediendo: Es Mercadal, Alaior, Fornells, Ferreries… Todos y cada uno de los pueblos de la pequeña isla en la que vivimos tiene las suyas y toda la gente se traslada para poder vivir dos días de “bulla” en los que sabes cómo empiezas, pero no cómo terminas. 

Para mi ha sido un verano de mucha música. Bodas con Bon Ball Tenim donde tocar Quevedo y Rosalía se vuelve normal, pasacalles con la banda, conciertos, ensayos, pregones y dianas. He pasado más tiempo tocando que en la playa, sudando más que tomando cervezas en un chiringuito, pero esta es otra forma de disfrutar, y es la manera en la que disfruto yo desde que tengo 8 años y empecé con la banda. 

        Este año era mi decimocuarto cumpleaños con la banda, y mi sentimiento es el de un veterano curtido en cientos de batallas. Mil aún no. Era ver las caras de mis compañeros, muchos de los cuales eran de sus primeras fiestas que tocan, y se notaban esos nervios, las ganas de quedar bien, el cansancio de las primeras veces y la inexperiencia. Eso sí, sin ellos no habría fiestas. 

11.30h. Miércoles. Primeros acordes de El Gato Montés con Bon Ball Tenim frente a varios centenares de personas siguiéndonos al fin del mundo. ¡Lo que hemos conseguido en estos años es una locura! Quién iba a imaginar que en un día nos contactarían para 4 bodas y habría cientos y cientos de personas que nos seguirían en cualquiera de nuestras salidas. 3 horas después y varios litros de agua menos, llegábamos al final con la ilusión por las nubes y ganas de seguir la fiesta. 

16.15h. Mascletá terminá’ y la banda colocá’ y a empezar un pasacalles que se hace eterno. Aún con la comida en la boca casi y el sol dando de pleno, gigantes y bandas pasamos por las calles del pueblo para empezar una fiesta que solo acababa de dar su pistoletazo de salida. 

20.30h. Con un descanso de 45 minutos, poca cosa puede hacer uno. Un “mos” que decimos en Menorca, un par de vasos de agua y recoger las cosas para ir a tocar al Jaleo. Un poquito de colonia para oler mejor, y un poquito de hielo para el labio. Hasta 4 horas más tarde no íbamos a bajar del escenario. A las 00.30h, unos van volando, y nosotros nos vamos muriendo. Muriendo por sacar la pomada (Gin Xoriguer-limón) de la nevera y empezar la fiesta que la gente lleva disfrutando desde las 18.

6.00h. Jueves. Tras una verbena con amigos que este año me han acompañado todo el verano en esta odisea musical, es hora de irse a la cama. Sudando como un pollo -qué raro- y cayendo a plomo en la cama. Pero no has cerrado los ojos, y casi estás durmiendo. 

9.00h. Instrumento montado y gafas de sol puestas, empieza un pasacalle que siempre se habría podido ahorrar. Se cobra igual, y es lo único bueno que tiene, pero a veces no sé si compensa las horas que dejas de dormir. Tras varias canciones y chistes entre nosotros, tu cuerpo se va animando y ya no tienes la sensación de haber dormido solo 2 horas. Solo sabes que no has dormido, y que te importa nada.

12.30h. Tras una llamada inesperada, pero esperadísima durante meses, nos volvíamos a preparar para otro jaleo. Primera vez que tocábamos el día 8. Mi primera vez. Y los nervios volvían aparecer, más después de la última noche. La gente que te conocía te decía: ¿otra vez estás por aquí? ¿No estás muerto? Mi respuesta fue “naah, si ahora queda lo más corto”. Qué vacilón. ¿Lo más corto? 5 horitas de tocar a mi no me parecen cortas, pero en ese momento no te paras a pensar en nada. Tocas. Intentas disfrutar. Y te olvidas de todo. Al menos me olvidé de que en las últimas 24 horas había tocado 17. El labio lo tenía hinchado y con algún corte interior, pero veía esa gente ahí disfrutando y tú intentabas dar todo lo que te quedaba para terminar de la mejor forma posible. 

18.00h. Bajamos del escenario y la gente iba a seguir de fiesta un rato más. Sin embargo, mis fuerzas eran las de un espagueti cocido que poco a poco se va cayendo en la olla. Más blanco de lo normal, llegué a casa, donde me esperaba una comida que sabe a merienda. El bocadillo de “pop amb ceba” en el jaleo había sido bueno, pero las albóndigas de mi madre a las 18.30 de la tarde supera a cualquier otra cosa. 

        Terminamos el día saliendo de casa al final, en dirección a uno de los últimos actos de las fiestas. A uno de los últimos actos del verano. El cierre de todo. Las “corregudes” y el “darrer toc” indicaron que el verano se iba terminando. Y esta entrada, también. Han sido días intensos, de algún modo, de despedida, con muchos sentimientos encontrados, recuerdos de muchos años subiendo a ese escenario, tocando por las calles, y disfrutando de la gente que te importa y te apoya cada día. Gracias a todos por estar. 

Y gracias a todos por leer. Bones Festes de Gràcia. Fins l’any que ve, si Déu vol. 


2 de septiembre de 2022

Canto jo i la muntanya balla

"Canto a la vessant, al cim, al prat, / a les ortigues, al roser bord, a l’esbarzer. / Canto com qui fa hort, / com qui talla una taula, / com qui aixeca una casa, / com qui tresca un Pujol, / com qui es menja una nou, / com qui encén una brasa. / Com Déu creant els animals i les plantes. / Canto jo i la muntanya balla. "

Hilari decía que los poemas nunca se tienen que escribir. Los poemas se cantan para uno mismo y esa es la manera de mantenerlos en el recuerdo. En la novela ocurre prácticamente lo mismo. Irene Solá consigue con una prosa muy particular hacer inolvidable la vida de ese pequeño pueblo. Tres casas bastan para dar vida a toda la serie de personajes que pasan por cada uno de los capítulos. 

Hay veces que un rayo puede cambiarte la vida. Nos lo cuenta a través de la vida de la Sió y sus hijos. Pero también te la puede cambiar un disparo. Cuestión de perspectiva. Todo esto culpa de un corzo demasiado escurridizo. He buscado lo que es, y es la viva imagen de la madre de Bambi. La palabra “cabirol” no la había escuchado en la vida, así que siempre se pueden descubrir cosas nuevas. 

La narrativa de Solá me ha recordado mucho a la que tiene Delibes en El camino, novela que ya comentamos hace unas entradas. Ese pueblo que, en esta novela, la autora catalana sí sitúa en Camprodon, formado por 3 casas y muchas vidas se llena de sensaciones totalmente opuestas un día sí y otro también. Esta narrativa nos muestra una realidad muy cotidiana, de la que me quedo con uno de sus poemas. 

"Et vull a tu, / pagès i poeta. / Pren aquest llibre / que celebra la nostra unió.