26 de mayo de 2024

Diario de un mesías

Me llamo Aleix y tengo 23 años. Nací en la pequeña isla de Menorca, un ya obsoleto 21 de setiembre del año del cambio de milenio. No tengo constancia de que fuera un día extremadamente especial. No fue un día de nubes ni lluvias torrenciales, el tiempo, según registros del aeropuerto de Sevilla (es lo más cercano que he podido encontrar), fue caluroso -aunque normal para su época del año- y el curso escolar acababa de empezar. Mi madre no me ha contado mucho más sobre ese día en mis 23 años de vida, aunque si lo pienso detenidamente, tampoco es que haya realizado yo preguntas sobre ello.  Sin embargo, sí recorren mi mente fugaces imágenes del día en que nació mi hermano. Recuerdo a mi abuela recogiéndome del colegio, vagamente; recuerdo sentarme en la cama del hospital para abrir unos sobres de Nemo, unos días antes; recuerdo también el atentado que sufrió Madrid ese día, un 11M que quedaría para la eternidad en la historia de nuestro país; pero no recuerdo a mi hermano. La memoria es más bien curiosa. Lo que también recuerdo, como si fuera ayer, es la manera en que llegó este libro a mis manos y el por qué de su compra. Aunque su historia empieza hace unos meses, con la llegada a mi biblioteca de La noche de Getsemaní.

        Corría el mes de marzo, y por los estrechos pasillos que separan las novedades de poesía con las de literatura europea en Pérgamo, apareció un libro que nos encandiló. Semanas previas a la Semana Santa, La noche de Getsemaní se convertía en una de las atracciones para todo el público cofrade y religioso. Sin embargo, la sorpresa vino cuando ese ensayo psicoanalista se convirtió en uno de los best-sellers de nuestro grupo de amigos. Recordaré siempre una amistosa “pelea” con otra clienta en busca de ese preciado tesoro. Ese día, ella ganó la batalla, pero yo gané la guerra llevándome Retén el beso, libro que recomendaré en breve en este blog. Ya os dije que la obsesión por Recalcati era real. 

Llegó abril, y con los primeros atardeceres del mes, de esos que se graban a fuego en la retina aunque en Madrid no se duerman sobre el mar, pude leerme por fin ese corto libro sobre la noche de traición y plegaria de Jesús en el monte de los Olivos. Lo escribo de formas diferentes para hacer pensar un poco a la cabeza. La noche de Getsemaní está muy repetido ya. El tema me encantó, hasta llegar a obsesionarme. No para leer la Biblia entera, como alguno de Albricias librescas ha hecho, pero no podía cerrarse la historia ahí. Algo, no sé el qué, me pedía más. 

Y aquí la historia salta a hace poco menos de dos semanas. Rutinariamente, en uno de esos lunes en los que cerrar el portátil a las 17.30 sonaba como la apertura de una Coca-cola -sí, solo me pasa con la Coca-cola-, me pasé por la librería a visitar a mis dos libreras favoritas. Eri y María me recibieron después de un puente de sol y playa en Málaga con sendos abrazos y preguntas sobre el fin de semana. Traté e contarles por encima cómo habíamos disfrutado y lo bien que se vive al nivel del mar, hasta que me percaté de que había nueva editorial del mes. “Periférica es la editorial de este mes, carnal”, me dijo mi carnala. Si Periférica era la editorial del mes, solo podían ocurrir dos cosas: la primera, que no hubiera un libro malo. La segunda, la cartera tenía que aguantar el ansia por comprarlos. A 24 de mayo, puedo decir que solo he comprado uno. 

Sin embargo, no compré uno cualquiera. Me acerqué a esa estantería llena de libros rojos con portadas y títulos tan sugerentes como “Metafísica del aperitivo”, “Los árboles no huyen” o “¿Puede prestarme su pistola, por favor?, y hubo uno que de repente, brilló. Y sentí, en ese momento, que era el elegido. “Yo soy Jesús”. La portada era brillante. El título, mejor. Las probabilidades de que fuera un mal libro: ninguna. 

Después de La noche de Getsemaní, era la continuación perfecta. Empieza, como yo he hecho al principio de esta entrada, de la siguiente forma: “Nací en Belén, hace treinta años. De niño, mi madre me contaba la noche legendaria de mi epifanía para hacer más llevaderos los largos viajes a lomos de la burra”, y me dio igual leer más. Ese era el libro que me iba a llevar. Ese era el libro que tenía que venirse conmigo. Ese era, el libro. 

        En este diario, Jesús nos cuenta la historia de su vida desde otro prisma inédito hasta ahora. En este diario, hay más cuento que realidad -dentro de la posibilidad de que todo ocurriera-. No es un evangelio apócrifo, ni un diario rescatado, sino otra forma de explicar una vida que presenta tantas incógnitas como años han pasado desde que ocurrió. En sus más de doscientas páginas, podemos ver a un Jesús niño, intrigado por la desaparición de su padre; vemos a un Jesús adolescente, embelesado por la belleza de una chica; vemos a un Jesús que no busca ser en ningún momento ese profeta que conocemos. En este diario, vemos a un Jesús carpintero. Un Jesús que dio todo por su pueblo de Nazaret en el peor momento del pueblo. En este diario vemos aparecer a Juan, su primo, a Lázaro -¿será el de “Levántate y anda”?-, descubrimos a una tal Ana, que se supone que iba a ser su esposa. Pero sobretodo, vemos a un Jesús al que nadie ve como un ser superior. Es, nada más y nada menos, que un hombre. Un simple hombre. 

Lo dije en el anterior libro y lo repito en este. Disfruto de ver esta parte de Jesús desconocida, aunque todo lo que haya leído en esta obra sea invención de su autor. Mención aparte a cómo está todo escrito. Giosuè Calaciura, eres un genio. Eso sí, ¿por qué no has seguido un poco más? Cuando cogí este libro, buscaba una explicación a toda su última semana des de un punto de vista totalmente íntimo. Buscaba un diario de su semana santa. Buscaba sus pensamientos, emociones, sus lágrimas y plegarias, sus sueños y duermevelas. A lo mejor es que este libro aún no se ha escrito. Habrá que seguir buscándolo. 

Yo soy Jesús ha demostrado que ese Jesús que conocemos, el que nos ha explicado la Biblia, no es solamente el Jesús que existió. Yo soy Jesús ha demostrado que el Jesús que no conocemos, también vivió, existió y era un simple hombre. Yo soy Jesús ha demostrado que hay 4 evangelios, muchas incógnitas, e infinitas historias por contar. 


22 de mayo de 2024

La Pasión de Cristo. Palabra de Massimo Recalcati.

Fueron al huerto de olivos llamado Getsemaní, y Jesús dijo: “Siéntense aquí mientras yo voy a orar”. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan. (…) Les dijo: “Mi alma está destrozada de tanta tristeza, hasta el punto de la muerte. Quédense aquí y velen conmigo”. Se adelantó un poco más y cayó en tierra. (Marcos, 14: 32-52). 

Así se nos narra en la Biblia el inicio de una de las noches más conocidas de la vida de Jesús. Recalcati, autor con el que he sufrido una pequeña obsesión debido a sus últimos Argumentos publicados en Anagrama, nos la presenta de una forma totalmente nueva, alejada del mito, mucho más cercana a todos nosotros. Jesús, ese mesías que sufría una de las peores traiciones con un beso como su símbolo eterno, se nos presenta a todos los lectores con una humanidad, una vulnerabilidad y una finitud mucho mayores que en la escena de la crucifixión. 

Durante esa noche, en la que no hay clavos, ni látigos, ni espinas, ni sangre, solo está Jesús. Está la soledad de una persona que ha sufrido la traición y el abandono por parte de los suyos. Es la noche de un hombre presentado como un simple delincuente, no como un hijo de dios. Es la noche de plegaria de una persona frágil, una plegaria que tiene un objetivo: suplicar ayuda y consuelo a ese Dios que siempre lo había acompañado y esa noche lo abandonó. 

Recalcati, autor italiano y destacado psicoanalista, nos presenta la noche que va del jueves al viernes en nuestra Semana Santa cimentada en 3 puntos: la condición humana de Jesús, la traición y la plegaria. Y así, en tan solo 100 páginas, consigue que te explote la cabeza. Este libro, como antaño lo fue El affaire Arnolfini, vuelve a ser recomendación de Daniel, seguramente el mejor gurú de novedades que pueda tener Pérgamo. Amén. 

Hasta esa noche, Jesús nunca se había visto afectado por lo negativo, por la desesperación. Lacan, filósofo recurrente en la literatura de Recalcati, nos lo diferencia de Sócrates por un hecho: el filósofo ofrece su vida para demostrar la imposibilidad de encontrar la verdad elevándolo como maestro y el otro vive una noche llena de angustia, de degradación y de desesperación que, de no haber ocurrido, nos plantearía una pregunta: “¿tendría la verdad de su palabra la misma fuerza?”. ¿Si Jesús hubiera afrontado ese destino sin mostrarse totalmente humano, abandonado, recordaríamos su historia de la misma manera? ¿Si Dios se le hubiera aparecido, hablaríamos hoy en día de Jesús de Nazaret como el mesías? Dudo que fuera así, pero eso es un tema que ya hablaremos próximamente.  

El libro, categorizado como ensayo, pero de una belleza poética solo al alcance de esos pocos afortunados a los que se les ha dado el don de la palabra, nos habla también de ese sacrificio que hemos atribuido siempre a Jesús, pero que él en ningún momento realiza. En ningún momento quiere sacrificarse por el resto, sino que Jesús ofrece su vida para permanecer fiel a su propio deseo. ¿Y a qué se refiere con esto? Esto es algo tan simple y a la vez tan difícil como coincidir siempre el “decir” con el “hacer”, algo que siempre ha manifestado su palabra. La ética entendida por su máxima expresión. Su única forma de existencia está en los actos de “singularidad insustituible”, y en la decisión de ir hasta el final no hay renuncia, sino realización plena. “Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente” (Jn 10, 18). 

El segundo punto vital en esta historia es la traición. Todos hemos tenido esa sensación en algún momento de nuestra vida, por minúscula que fuera. De un amigo, pareja, familiar, cualquiera lo ha sentido. Si algo tiene la traición que la caracteriza y por lo que se nos presenta a todos de forma traumática es porque siempre viene de alguien cercano a quien le hemos depositado toda nuestra confianza. La noche de Getsemaní también es la noche de la traición, encarnada por dos de los personajes más cercanos a Jesús: Judas y Pedro. 

La traición de Judas es de sobra conocida. Una traición por una simple bolsa de monedas que no le solucionaba la vida. No iba a ser millonario. Una traición por despecho, por ese amor idealizado que nos explica Recalcati en Retén el beso. En un enamoramiento como el de los discípulos, la figura de Jesús estaba idealizada a un nivel máximo muy difícil de ser correspondido. En un determinado momento, Judas se nos presenta como “político”, intentando que la predicación de su maestro se alinee con los pobres y explotados, algo a lo que Jesús responde que él no puede ser ese líder que buscan. Ahí, algo se rompe en Judas y ve en Jesús, ese profeta al que ha seguido durante mucho tiempo como un obstáculo para su propia libertad y autonomía. Actualmente, la política sigue cumpliendo un poco este factor: las personas siguen a un líder, en nombre de un partido, en busca de defender unas ideas, propósitos, con los que uno se siente identificado. En el momento en que estos propósitos no se cumplen, ese amor idealizado se puede romper y podemos ver a esa persona como un obstáculo de nuestra libertad. Hay quien se comporta como Judas, y hay quien se comporta como Pedro. 

Con este último se nos presenta una escena totalmente distinta. Su traición ya la había previsto Jesús cuando dice que lo va a negar tres veces. Con esto, según Recalcati, la historia nos quiere mostrar que cualquier amor, incluso el más sólido, puede caer. Simplemente por el hecho de ser un amor humano, la fragilidad y la contradicción que se nos muestra a través de las negaciones de Pedro muestran el amor más puro, la carencia y la división. Esas lágrimas de Pedro, a diferencia del suicido de Judas, muestra que el fracaso de uno mismo no impide el amor, sino que lo cimienta. 

Getsemaní es agonía. Getsemaní lo hemos sentido cualquiera de nosotros en algún momento de nuestra vida. Getsemaní es el destino. En la vida, deseamos no sentirnos solos, deseamos que alguien nos acompañe, como los discípulos a Jesús en su momento de plegaria. Y me quedo para terminar con algo que dice Bonhoeffer: “el ateo que duda, que vive la experiencia radical de soledad, se parece más al Jesús de Getsemaní que el creyente. (…) Ser cristiano no significa confiarse a la religión, sino simplemente ser hombres, es decir vivir el silencio absoluto de Dios”. Aunque el Otro no conteste, el Yo cede. 

Después de este libro me siento un poquito más cerquita de Dios que antes. Sin mitos, sin heroicidades, sin milagros. Solo silencio. Por esto, es una recomendación capital en cualquier biblioteca. Por esto, debéis leer La noche de Getsemaní. 

Palabra de Massimo Recalcati. 

Amén. 

15 de mayo de 2024

El poeta de Gaza

Trad. “Me quedé sentado en el coche un rato más para observar una foto antigua en la que salía ella y escuchar “Here comes the sun” hasta el final. No es muy habitual escuchar a Harrison en la radio, y no hay muchas canciones matutinas tan buenas como esta”. Es una buena manera de empezar una novela, pero fue un espejismo. A lo mejor “espejismo” no sería la palabra más adecuada, pero el resultado final estuvo muy alejado de las expectativas que tenía acerca de la novela que escribió Yishai Sarid. 

        El poeta de Gaza fue un libro que me enamoró a primera vista, paseando por Menorca, en mi visita rutinaria a la librería por excelencia de mi pueblo. No hay tanta diferencia entre el fondo de Espai 14 con el de mi adorada Pérgamo, por eso me gusta tanto pasarme de vez en cuando a ver qué novedades tienen y cuáles coinciden. Este libro, editado por Club editor, me sorprendió colocado en una estantería cercana a la entrada, medio escondido. Una versión cuidada, en catalán, de una editorial que ya conocía por un libro de Marguerite Duras que regalé a mi prima Sara hace ahora 5 meses. Moderato cantabile. 

                Después de haber terminado la lectura de este libro, que empecé bajo el sol de Moncloa, en el parque situado entre el palacio y la estación de metro, he llegado a varias conclusiones. Primero de todo, creo que leer en catalán no es mi fuerte. Y es raro, diréis. Siendo de Menorca y hablando el idioma con mi familia de forma diaria, algo que para mi es totalmente normal, me cuesta mucho entrar en una historia escrita en catalán. Por eso siempre escribo en castellano, por eso “casi” siempre leo en castellano. Creo que esta explicación se da de forma más adecuada si es al revés. Por leer en castellano me siento más cómodo escribiendo en castellano, y eso será siempre así. Tuviera que dar un motivo, imagino que es por la poca producción de literatura en catalán, o la poca cantidad de libros que uno puede encontrar en Madrid traducidos a este idioma. Ya lo dijeron los de “HyO editores”: no es fácil ser una editorial en catalán fuera de Cataluña. 

En segundo lugar, el problema que he tenido con la historia ha sido también debido a su argumento. Al principio, en el momento en que decidí comprar el libro, pensé que el tema podía ser interesante: un poeta en Gaza, tal cual dice el título. No había misterio. Pensaba que la acción discurriría en un tiempo actual, viendo todo lo que está pasando, el hecho de que entre tanta guerra hubiera algo de arte, de literatura, de vida, me ponía la piel de gallina.  Y aunque uno llega al final y roza ese sentimiento de plenitud relacionada con la posibilidad de luchar contra ese destino que se nos plantea durante 200 páginas, me ha dejado con un sabor amargo. A lo mejor, solamente falta que alguien escriba la historia que pensé. No ha llegado ese momento. 

        Yishai Sarid escribe de forma excepcional, y eso no se puede negar. Nos presenta unos personajes que podemos haber visto otras veces en series que plantean actitudes similares con las que es muy fácil identificarse. Evidentemente no por lo que son, sino por la vida que llevan. Un policía obsesionado con su trabajo, capaz de llegar a límites insospechados y fuera de lo “legal” y una mujer que sigue trabajando y se encarga de cuidar de su hijo en común, que adora a su padre pero lo ve como un ente lejano, inaccesible, siempre en su mundo individual. La escena en la que los dos disfrutan de un baño en la playa resume a la perfección el sentimiento de cualquier niño. Esa necesidad de cariño, de ese padre, de un momento junto a él, los dos solos. Misma historia que sufrieron muchos hogares durante muchos años y que sigue siendo habitual en ciertos países, como en este libro, Israel. 

El paisaje que se nos presenta es evocador y me transporta en cada párrafo a las imágenes que podemos ver diariamente en los telediarios. Casas en ruinas, un escenario desértico, un mundo en el que se paró el tiempo hace años y no ha vuelto a arrancar. Sin embargo, una historia que se me prometía bella y poética se convirtió en una novela “policiaca” en la que un inspector trata de descubrir a un potencial terrorista antes de que detone su bomba a través de una relación con un grupo de escritores bastante conocidos que poco a poco va demostrándole que el trabajo no lo es todo. Que la vida es algo más. Pero claro, de lo primero a lo segundo hay un paso que no esperaba sufrir.

        Si el otro día hablaba de La más recóndita memoria de los hombres como una de las novelas que se van a recordar durante muchos años en un futuro, esta no tengo ninguna duda de que no va a cumplir con lo mismo. Y no porque no sea una buena historia, sino porque es una historia, una más. 

Siempre he pensado que las reseñas eran demasiado positivas, y estoy contento de haber podido ser crítico con un libro por primera vez. No siempre tiene que encantarnos un libro. No siempre hay que terminarlo. Éste, sí hay que terminarlo. Simplemente, hay que aguantar hasta el final.