Fueron al huerto de olivos llamado Getsemaní, y Jesús dijo: “Siéntense aquí mientras yo voy a orar”. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan. (…) Les dijo: “Mi alma está destrozada de tanta tristeza, hasta el punto de la muerte. Quédense aquí y velen conmigo”. Se adelantó un poco más y cayó en tierra. (Marcos, 14: 32-52).
Así se nos narra en la Biblia el inicio de una de las noches más conocidas de la vida de Jesús. Recalcati, autor con el que he sufrido una pequeña obsesión debido a sus últimos Argumentos publicados en Anagrama, nos la presenta de una forma totalmente nueva, alejada del mito, mucho más cercana a todos nosotros. Jesús, ese mesías que sufría una de las peores traiciones con un beso como su símbolo eterno, se nos presenta a todos los lectores con una humanidad, una vulnerabilidad y una finitud mucho mayores que en la escena de la crucifixión.
Durante esa noche, en la que no hay clavos, ni látigos, ni espinas, ni sangre, solo está Jesús. Está la soledad de una persona que ha sufrido la traición y el abandono por parte de los suyos. Es la noche de un hombre presentado como un simple delincuente, no como un hijo de dios. Es la noche de plegaria de una persona frágil, una plegaria que tiene un objetivo: suplicar ayuda y consuelo a ese Dios que siempre lo había acompañado y esa noche lo abandonó.
Recalcati, autor italiano y destacado psicoanalista, nos presenta la noche que va del jueves al viernes en nuestra Semana Santa cimentada en 3 puntos: la condición humana de Jesús, la traición y la plegaria. Y así, en tan solo 100 páginas, consigue que te explote la cabeza. Este libro, como antaño lo fue El affaire Arnolfini, vuelve a ser recomendación de Daniel, seguramente el mejor gurú de novedades que pueda tener Pérgamo. Amén.
Hasta esa noche, Jesús nunca se había visto afectado por lo negativo, por la desesperación. Lacan, filósofo recurrente en la literatura de Recalcati, nos lo diferencia de Sócrates por un hecho: el filósofo ofrece su vida para demostrar la imposibilidad de encontrar la verdad elevándolo como maestro y el otro vive una noche llena de angustia, de degradación y de desesperación que, de no haber ocurrido, nos plantearía una pregunta: “¿tendría la verdad de su palabra la misma fuerza?”. ¿Si Jesús hubiera afrontado ese destino sin mostrarse totalmente humano, abandonado, recordaríamos su historia de la misma manera? ¿Si Dios se le hubiera aparecido, hablaríamos hoy en día de Jesús de Nazaret como el mesías? Dudo que fuera así, pero eso es un tema que ya hablaremos próximamente.
El libro, categorizado como ensayo, pero de una belleza poética solo al alcance de esos pocos afortunados a los que se les ha dado el don de la palabra, nos habla también de ese sacrificio que hemos atribuido siempre a Jesús, pero que él en ningún momento realiza. En ningún momento quiere sacrificarse por el resto, sino que Jesús ofrece su vida para permanecer fiel a su propio deseo. ¿Y a qué se refiere con esto? Esto es algo tan simple y a la vez tan difícil como coincidir siempre el “decir” con el “hacer”, algo que siempre ha manifestado su palabra. La ética entendida por su máxima expresión. Su única forma de existencia está en los actos de “singularidad insustituible”, y en la decisión de ir hasta el final no hay renuncia, sino realización plena. “Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente” (Jn 10, 18).
El segundo punto vital en esta historia es la traición. Todos hemos tenido esa sensación en algún momento de nuestra vida, por minúscula que fuera. De un amigo, pareja, familiar, cualquiera lo ha sentido. Si algo tiene la traición que la caracteriza y por lo que se nos presenta a todos de forma traumática es porque siempre viene de alguien cercano a quien le hemos depositado toda nuestra confianza. La noche de Getsemaní también es la noche de la traición, encarnada por dos de los personajes más cercanos a Jesús: Judas y Pedro.
La traición de Judas es de sobra conocida. Una traición por una simple bolsa de monedas que no le solucionaba la vida. No iba a ser millonario. Una traición por despecho, por ese amor idealizado que nos explica Recalcati en Retén el beso. En un enamoramiento como el de los discípulos, la figura de Jesús estaba idealizada a un nivel máximo muy difícil de ser correspondido. En un determinado momento, Judas se nos presenta como “político”, intentando que la predicación de su maestro se alinee con los pobres y explotados, algo a lo que Jesús responde que él no puede ser ese líder que buscan. Ahí, algo se rompe en Judas y ve en Jesús, ese profeta al que ha seguido durante mucho tiempo como un obstáculo para su propia libertad y autonomía. Actualmente, la política sigue cumpliendo un poco este factor: las personas siguen a un líder, en nombre de un partido, en busca de defender unas ideas, propósitos, con los que uno se siente identificado. En el momento en que estos propósitos no se cumplen, ese amor idealizado se puede romper y podemos ver a esa persona como un obstáculo de nuestra libertad. Hay quien se comporta como Judas, y hay quien se comporta como Pedro.
Con este último se nos presenta una escena totalmente distinta. Su traición ya la había previsto Jesús cuando dice que lo va a negar tres veces. Con esto, según Recalcati, la historia nos quiere mostrar que cualquier amor, incluso el más sólido, puede caer. Simplemente por el hecho de ser un amor humano, la fragilidad y la contradicción que se nos muestra a través de las negaciones de Pedro muestran el amor más puro, la carencia y la división. Esas lágrimas de Pedro, a diferencia del suicido de Judas, muestra que el fracaso de uno mismo no impide el amor, sino que lo cimienta.
Getsemaní es agonía. Getsemaní lo hemos sentido cualquiera de nosotros en algún momento de nuestra vida. Getsemaní es el destino. En la vida, deseamos no sentirnos solos, deseamos que alguien nos acompañe, como los discípulos a Jesús en su momento de plegaria. Y me quedo para terminar con algo que dice Bonhoeffer: “el ateo que duda, que vive la experiencia radical de soledad, se parece más al Jesús de Getsemaní que el creyente. (…) Ser cristiano no significa confiarse a la religión, sino simplemente ser hombres, es decir vivir el silencio absoluto de Dios”. Aunque el Otro no conteste, el Yo cede.
Después de este libro me siento un poquito más cerquita de Dios que antes. Sin mitos, sin heroicidades, sin milagros. Solo silencio. Por esto, es una recomendación capital en cualquier biblioteca. Por esto, debéis leer La noche de Getsemaní.
Palabra de Massimo Recalcati.
Amén.
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