El poeta de Gaza fue un libro que me enamoró a primera vista, paseando por Menorca, en mi visita rutinaria a la librería por excelencia de mi pueblo. No hay tanta diferencia entre el fondo de Espai 14 con el de mi adorada Pérgamo, por eso me gusta tanto pasarme de vez en cuando a ver qué novedades tienen y cuáles coinciden. Este libro, editado por Club editor, me sorprendió colocado en una estantería cercana a la entrada, medio escondido. Una versión cuidada, en catalán, de una editorial que ya conocía por un libro de Marguerite Duras que regalé a mi prima Sara hace ahora 5 meses. Moderato cantabile.
Después de haber terminado la lectura de este libro, que empecé bajo el sol de Moncloa, en el parque situado entre el palacio y la estación de metro, he llegado a varias conclusiones. Primero de todo, creo que leer en catalán no es mi fuerte. Y es raro, diréis. Siendo de Menorca y hablando el idioma con mi familia de forma diaria, algo que para mi es totalmente normal, me cuesta mucho entrar en una historia escrita en catalán. Por eso siempre escribo en castellano, por eso “casi” siempre leo en castellano. Creo que esta explicación se da de forma más adecuada si es al revés. Por leer en castellano me siento más cómodo escribiendo en castellano, y eso será siempre así. Tuviera que dar un motivo, imagino que es por la poca producción de literatura en catalán, o la poca cantidad de libros que uno puede encontrar en Madrid traducidos a este idioma. Ya lo dijeron los de “HyO editores”: no es fácil ser una editorial en catalán fuera de Cataluña.
En segundo lugar, el problema que he tenido con la historia ha sido también debido a su argumento. Al principio, en el momento en que decidí comprar el libro, pensé que el tema podía ser interesante: un poeta en Gaza, tal cual dice el título. No había misterio. Pensaba que la acción discurriría en un tiempo actual, viendo todo lo que está pasando, el hecho de que entre tanta guerra hubiera algo de arte, de literatura, de vida, me ponía la piel de gallina. Y aunque uno llega al final y roza ese sentimiento de plenitud relacionada con la posibilidad de luchar contra ese destino que se nos plantea durante 200 páginas, me ha dejado con un sabor amargo. A lo mejor, solamente falta que alguien escriba la historia que pensé. No ha llegado ese momento.
Yishai Sarid escribe de forma excepcional, y eso no se puede negar. Nos presenta unos personajes que podemos haber visto otras veces en series que plantean actitudes similares con las que es muy fácil identificarse. Evidentemente no por lo que son, sino por la vida que llevan. Un policía obsesionado con su trabajo, capaz de llegar a límites insospechados y fuera de lo “legal” y una mujer que sigue trabajando y se encarga de cuidar de su hijo en común, que adora a su padre pero lo ve como un ente lejano, inaccesible, siempre en su mundo individual. La escena en la que los dos disfrutan de un baño en la playa resume a la perfección el sentimiento de cualquier niño. Esa necesidad de cariño, de ese padre, de un momento junto a él, los dos solos. Misma historia que sufrieron muchos hogares durante muchos años y que sigue siendo habitual en ciertos países, como en este libro, Israel.
El paisaje que se nos presenta es evocador y me transporta en cada párrafo a las imágenes que podemos ver diariamente en los telediarios. Casas en ruinas, un escenario desértico, un mundo en el que se paró el tiempo hace años y no ha vuelto a arrancar. Sin embargo, una historia que se me prometía bella y poética se convirtió en una novela “policiaca” en la que un inspector trata de descubrir a un potencial terrorista antes de que detone su bomba a través de una relación con un grupo de escritores bastante conocidos que poco a poco va demostrándole que el trabajo no lo es todo. Que la vida es algo más. Pero claro, de lo primero a lo segundo hay un paso que no esperaba sufrir.
Si el otro día hablaba de La más recóndita memoria de los hombres como una de las novelas que se van a recordar durante muchos años en un futuro, esta no tengo ninguna duda de que no va a cumplir con lo mismo. Y no porque no sea una buena historia, sino porque es una historia, una más.
Siempre he pensado que las reseñas eran demasiado positivas, y estoy contento de haber podido ser crítico con un libro por primera vez. No siempre tiene que encantarnos un libro. No siempre hay que terminarlo. Éste, sí hay que terminarlo. Simplemente, hay que aguantar hasta el final.
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