25 de enero de 2021

Lo que el tiempo y la historia jodió.

El tiempo pasa y no nos damos cuenta. Un segundo. 60. 1 hora. 24. Y así, sucesivamente. Día tras día. Durante este tiempo, que va pasando y pasando, las cosas se suceden y hay algunas que son buenas y otras que no tanto. Unas nos ayudan y otras nos joden como nunca. La cosa es encontrar un equilibrio en el que nosotros salgamos ganando siempre.

        Marx decía que la historia era una lucha de clases, y no de 5ºA contra 5ºB. No. Bueno, he dado a entender que todos conocéis a Marx, que seguramente sí. Sé que a muchos os sonará por el tema del comunismo y todo, pero el tío fue filósofo y teórico económico, o sea que trabajó. No solo se dedicó a sacar la faz y el martillo dorado. En fin, lo que decía es que gracias a que hay una lucha de clases, que suele terminar ganando la que se quiere revelar, esto da lugar a una nueva etapa donde habrá otra mayoría incomprendida que se querrá revelar contra la gente que se había sublevado en la anterior etapa. Así ha pasado siempre. Y no nos damos cuenta, pero tras esta afirmación viene otra: siempre ha habido algo que nos ha jodido mucho. Tanto que ha servido para que hubiera un cambio total en la sociedad.

Hace millones de años, el fuego jodió a los dinosaurios. Todo el temporal hizo que desaparecieran, aunque siempre nos quedarán sus restos en museos alrededor del mundo. Años más tarde apareció la escritura, que en parte los jodió en la manera de comunicarse. Qué fácil debía ser comunicarse a través de signos. En el neolítico apareció el sedentarismo –no confundir con el actual sedentarismo, que corresponde a sentarse en el sofá y no hacer nada-. La gente pasó de irse mudando de territorio a establecerse en un sitio, y la agricultura y ganadería jodieron a los paleolíticos a los que les gustaba viajar de sitio en sitio para disfrutar de la playa en verano. El turismo, evidentemente se terminó. Apareció el metal, y ese bronce nuevo –que ya me dirás tú. Fuera oro aún, pero bronce…no sé- jodió a todos estos ganaderos que eran los reyes del mambo. Ahora se tenían que dedicar a otra cosa. Con lo que les había costado vivir de esa manera.

        En Grecia vemos lo que los filósofos jodieron la vida a todo ese grupo de personas que eran muy vagas para pensar –en algo me recuerdan a mi hermano-, y en Egipto, las piedras para construir las pirámides jodieron bastante a todos esos esclavos o extraterrestres que las tuvieron que construir. Entramos a la época de después de Cristo, y la cruz la verdad que lo jodió bastante al pobre. Ahora sin broma, la cruz jodió a muchas personas en esa época, y Asterix y Obélix también. Los romanos al menos los sufrieron, y lo demuestra todos los edificios que se destruyeron en las guerras púnicas, aunque no fueran estos dos galos los culpables.

En la Edad Media llegó el feudalismo, y con ello la esclavitud. Más tarde, la Inquisición se encargó de joder a muchas mujeres y contrarios a la religión del reino. Algo que puede seguir pasando en muchos sitios, incluso online. Los reyes empezaron a aparecer y nos jodieron a todos los estudiantes de historia que nos los tuvimos que aprender todos. Uno a uno. Ahí tenemos que si Reconquista, Batalla de las Navas de Tolosa o la Conquista de Granada. Demasiado texto. Al menos hay pinturas de todo eso. En el Prado tenemos algunas, muy grandes y muy bonitas, que llenan salas y salas.

        Gutenberg jodió a todos aquellos copistas y monjes que copiaban documentos a mano –siempre me acordaré de El nombre de la Rosa y los monjes que se intoxicaban con las páginas y los ríos de tinta. Se les acabó el chollo con el alemán-. Las catedrales jodieron bastante la vida a sus arquitectos, aunque algunos como Brunelleschi o Miguel Ángel triunfaron sobre todos. Bach, Mozart, Vivaldi, jodieron a todos sus antecesores que creían hacer música, y a todos estos, Beethoven. Para gustos colores, ya que alguien me dirá que no, que Wagner es mejor, o que Stravinsky es dios, pero para mí, ninguno como Luis. Mola llamarle así. A partir de ahora será Luis Beethoven para nosotros.

Los rusos jodieron a Napoleón, y a Hitler, y a todos los que han intentado invadir su territorio. Los americanos, también, ya que no hay guerra en la que no entren. Ford también jodió a muchos artesanos, ya que fue de los primeros en instalar la fabricación en serie en sus producciones industriales. Qué listo era, y que feos eran los coches. Aunque bueno, tienen su rollito vintage, que le dan un toque. Hoffmann inventó la aspirina y jodió a todos aquellos que se querían quedar en casa y no ir a trabajar (¡Ah, no!, que en ese momento no tenían derechos), por lo que la AIT jodió a todos los empresarios que querían explotar a sus trabajadores. De estos aún seguimos teniendo, pero como son extranjeros y lo hacen en países poco desarrollados, no nos importan. Marie Curie jodió a todos los científicos que pensaban que las mujeres no estaban aptas para nada, y las sufragistas británicas fueron las primeras que demostraron a todos que las mujeres estaban ahí y siempre habían estado, por lo que tenían que tener los mismos derechos. Estamos en proceso.

Willy Fogg jodió a todo el mundo dando la vuelta al mundo en 80 días y Sherlock Holmes a todos los detectives ingleses resolviendo todos sus casos. La reina de Inglaterra jodió a todos sus hijos (posibles sucesores… ¡Ya!) reinando hasta a día de hoy, después de más de 65 años. Franco jodió a España, y más tarde ETA también. Messi jodió al Madrid, y Mourinho también. Zidane y Cristiano se la devolvieron, y ahora el Atleti y el Bayern nos joden a todos. Los recortes nos jodieron, la crisis nos dejó hundidos, como en el 29, y después de años de cierta tranquilidad, el Covid nos terminó de joder.

El Covid ha jodido los abrazos; las cañas con los amigos en el bar; las funciones de teatro y conciertos; ha jodido la Semana Santa y los Carnavales; jodió también el fútbol y todos los deportes del mundo y jodió a todas las relaciones a distancia. Hoy en día sigue jodiendo a muchas de estas, pero a mí la última es la que me jode más. Esa y la Semana Santa. A mi hermano, el carnaval. Hoy cumplo un año contigo, y solo espero que el amor joda al Covid de una vez, y se vaya con la cola entre las piernas por donde ha venido. Un segundo. 60. 6 minutos, esto es lo que habréis tardado en leer mi artículo. ¿Qué habrá pasado en este ratito? No lo sé. Muchas gracias y muchas cosas. 

18 de enero de 2021

Del Mercadona al campo hay un paso. O dos.

Sol y lluvia. Lluvia y sol. Y también mucho viento. Esas eran las inclemencias climáticas que llevábamos viviendo 11 días en Menorca. De repente el tiempo había retrocedido 250 años y llegué a pensar que volvíamos a estar bajo dominación británica, porque el tiempo era más parecido al de Londres que al del mediterráneo de donde somos. Eso sí, a mí me faltaban los lemon pie y que oscureciera a las 15.30. Si lo hacemos, lo hacemos bien, aunque aquí ya oscurece pronto.

        El 2021 nos había traído este tiempo tan sorprendente como a la vez incomprendido durante todos sus días, y para un día que nos daba un poco de tregua, lo quisimos aprovechar. Llegaban los exámenes, y con ello, llegaba la época en la que los estudiantes nos quejamos por cualquier cosa. “Buenos días”; mal. “¿Quieres lentejas para comer?”; mal. Aunque hay que decir que los que estudian presencialmente –de normal, que no este año-, tenían muchos más motivos para enfadarse. Sólo hace falta poner #ExamenesOnlineYA o #EmpUJAdosalcovid en Twitter y ya sabréis de lo que os hablo. Trend…, tend…, trending topic (o como se escriba macho). Ay lo que se encuentra uno ahí en esa red social eh. Una caja de sorpresas.

Era mañana de domingo y todo estaba cerrado. La misión, simple; estirar las piernas. Algo muy sencillo de realizar, por suerte, en casa, aunque aquí en Menorca lo acompañabas de un paseíto por el campo. Y de eso, aquí hay mucho donde elegir. Cámara cargada y coche con gasolina -que no veáis la que monté para llenarlo. El Fiat500 es muy mono y todo lo que quieras, pero su gran pero es el cierre del depósito. Y quien lo haya cogido en un viaje sabrá que es cierto-. Llevábamos nuestros looks más chandaleros y con mascarilla en cara, nos fuimos a la aventura.

        La primera parada fue el Mercadona, y todos pensareis: ¿fuisteis a comprar comida para la caminata? No. Era domingo, y no sé en vuestros pueblos, pero en el mío el súper cierra. A cal y canto. Solo íbamos para dejar el coche en el parking, porque el camino empezaba allí al lado. Esa es una curiosidad de Menorca; puedes tener un trozo de campo inmenso, y al lado un Mercadona por la cara, cuando en Madrid se encuentra en la misma calle que da a Quevedo. ¿Era Alberto Aguilera? Qué recuerdos… Bueno, no me voy a poner triste y sigo.

Íbamos los 3 juntos, porque mi hermano decidió una vez más no venir –entre que nació cansado y que tiene novia, lo de andar nunca ha sido lo suyo-, y por suerte el camino no era difícil. No tenía ninguna montañita, por lo que se podía hacer en Converse si querías (aunque os recomiendo que no queráis. Sólo por el bien de vuestras zapatillas blancas). Lleno de barro, gracias a las lluvias de todos los días, el camino parecía más un huerto que un paso para la gente. A día de hoy, que estoy escribiendo esto, sigue lloviendo cada día. Ya no sabemos qué más hacer para que pare… le hemos dicho hasta a la abuela que deje de cantar. Pero ni así. No lo entendemos.

        La parada principal fue el Talaiot de Cornia. ¿Curnia? Bueno, con u o sin u, os preguntaréis: ¿qué es un talaiot? De eso no tenéis en la Península eh. Resumiendo su definición, que no nos interesa mucho y la podéis buscar en la RAE, un talaiot es una especie de construcción originaria de la Menorca ancestral, es decir, la de mis tatatatatatatatarabuelos. Para que os situéis, cuando Jesús perdió su zapato, los talaiots ya hacía mil años que estaban allí. Su origen es igual de misterioso que el de las pirámides de Jizeh, aunque nosotros no nos hemos inventado teorías de extraterrestres ni nada, que para eso ya están los americanos.

No sabemos la manera en la que se construyeron, ni lo sabremos nunca, pero lo que sí podemos decir es que para mover todas esas piedras necesitaban a muchas personas y a un arquitecto que fuera mucho mejor que Calatrava. Los de mi clase de Madrid entenderéis por qué, y si no, buscadlo en Internet –tercera entrada. Tiene su qué-. Cuando tuve hechas unas cuantas fotos, un pie metido en el barro y haber entrado sin querer donde no podía, seguimos un rato nuestro camino, pasando por casitas de campo llenas de ropa colgada y huertos donde podíamos encontrar un sinfín de higos chumbos.

Menorca tiene eso; en dos pasos cambias el frío de los estantes de los yogures del Mercadona por casitas de cuento metidas en recovecos de caminos rupestres llenos de árboles. Yo no sé por qué, os recomendaría venir. Solo para comprobar que es verdad y que no os miento. Aunque este no fuera el camino más campestre de todos, valió la pena compartir una experiencia más en nuestra roquita. También me salieron fotos guays, que eso era lo importante de la excursión. Si no os mentía antes, tampoco os miento en esto, y si lo queréis comprobar, seguidme en mi cuenta de Instagram (@itsaleix). Un poco de spam nunca viene mal. Nos faltan solo 882 seguidores para 1k. Vosotros podéis. Muchas gracias por estar ahí siempre. Poco a poco vamos creciendo, y eso sin vosotros sería imposible. Vamos, yo creo que con esto me voy acercando ya a Youtuber de éxito. Muchas gracias, de verdad. Un beso a todos y cuidaros. Aquí seguirá lloviendo.


14 de enero de 2021

Alegre letargo. Pésima vida.

Nada hay más importante,
        ni menos,
para morir de tristeza y pesimismo.

Menos la muerte y su desenlace invernal, 
        la primavera resurge,
y con eso,
árboles y flores, vuelven a su 
perenne pelaje leal.

Vivir con alegría,
        soñar en optimismo.
Leer, descubrir, viajar.
Emocionarte con tu día.

Nada hay más importante,
        ni menos,
para vivir de optimismo y alegría.
El letargo final se esconde.
Esconde la solución,
        solución alegre,
solución inmortal.

Le Lec.

Tomando el testigo de mi prima, aquí tenéis el primer poema que escribo de forma consciente. No sé qué habrá salido, pero espero que os guste. Recordad; la vida es corta. Carpe Diem. Quién me iba a decir a mi que terminaría escribiendo poesía... Pues aquí estamos. Nunca sabes lo que pasará.  Disfrutad.

11 de enero de 2021

Cartas a una borrasca

Querida Filomena,

Mi nombre es Le Lector y te escribo desde Menorca. Sé también que tú y yo no hemos hablado mucho. Sé que no me conoces de nada, y lo entiendo, pero eso es porque llevas unos días en nuestras vidas y no has tenido la valentía de pasarte por aquí. No sé si es que para ti esas islas no existen o qué te pasa, pero formamos parte del mismo país que has paralizado esta semana.

        Empezaste a aparecer hace unos diez días por el norte de la Península. Vascos, gallegos y cántabros te sufrieron y se encontraban en alerta naranja, pero todos sabemos cómo son. Para uno de Eibar, Hendaya o de Arizgoiti, tú eras una simple brisilla, y eso te picó. Ya lo sé, y es normal. Pero piensa que están acostumbrados… No te lo tienes que tomar personal, porque no es por ti, sino que son ellos los especiales. Puede nevarles como nunca, pero no va a encerrarlos en casa. Lo raro es que no salieran en manga corta.

Pedimos hace 10 días una entrada tranquilita de año, en la que pudiéramos empezar a olvidar al anterior, pero se ve que el 202… -no me sale ni decirlo-, te dejó el pabellón bien alto y le has seguido el ritmo eh. Empezamos y a los 5 días se invade el Capitolio en EE.UU., algo impensable hace varios años -y en ningún momento de cualquier país democrático-. Y, ahora, dos días más tarde, nos dejas esta ola de frío en medio de la tercera de nuestro conocido el virus. ¿Qué más se puede pedir? Creo que ya tenemos el entrante, el primero y el postre. No necesitamos nada más porque vamos servidos. O al menos yo, qué quieres que te diga.

        Las semanas ahora mismo, pasan como si fueran años, ya que nunca sabemos lo que nos va a ocurrir. Tal vez, la semana que viene llega el tsunami más alto de la historia o un meteorito se estrella contra nuestro planeta azul. Nunca lo sabremos. Puede que sea el año de que el Atleti gane la Champions… ¡ay dios mío! Esperemos que no.

Hace 3 años nevó en Madrid, no mucho, pero nevó. Yo lo veía desde casa por las noticias, anhelando a que llegara mi estancia allí para que volviera a hacerlo y caminar por sus calles como si de una película se tratara. Me fui a Madrid y no nevó en los dos años que estuve. Me marcho y, ¿qué ocurre? Nieva el enero posterior al que yo me voy de ahí, en el mismo centro de la capital. ¿Es una jodida broma? Eso es lo primero que me pregunté. Veía la que habías liado por Instagram y sólo era capaz de sentir envidia por toda la gente que disfrutaba de esa ciudad de película, equiparable a Central Park nevado o a un Arendelle cubierto de blanco en Frozen.

        Primero sólo cubrías ciertas calles de los barrios lejanos, por lo que no era nada del otro mundo. El asombro vino cuando empezaste a cuajar en Gran Vía, Cibeles o el Retiro, con espesores de más de 40 cm, en el que la gente dejaba sus muñecos de nieve –algunos más conseguidos que otros. Mejor no busques qué muñecos hacían porque te saldrá de todo…-. Si cuando llueve la capital se vuelve loca, contigo es normal que dejaran de funcionar los semáforos, los coches se pararan y las vías se colapsaran. No están preparados para ello, pero lo viven como si sólo lo vivieran una vez en la vida.

Esta nevada destapó lo mejor de la gente: guerras de bolas de nieve en pleno Callao; bares improvisados en el que se ponía cerveza en el mismo hielo para enfriarla; gente paseando con esquís o gente que se cogía a sus perros y se hacía un trineo rollo Colmillo Blanco o Bajo cero. Hasta el mismo alcalde empujaba coches como uno más. Tiene cierta gracia, la verdad. Como ves, los españoles tenemos mucha inventiva. Eso nadie nos lo quitará. Aunque un poco gili**** también somos, para qué negártelo.

Me han contado que te has pasado también a visitar Zaragoza, Extremadura, Toledo, Ávila y hasta te has pasado por la costa mediterránea, parándote en la mismísima Comunitat Valenciana. Por Andalucia y Baleares se te ha olvidado, pero no te preocupes, que volverás. Hombre que si volverás. Mira que nosotros te ofrecemos lo mejor de lo mejor… Playa, cervecita, buen tiempo y gente muy simpática, pero veo que prefieres a otros. Tú sabrás.

        Bueno Filomena, no te quiero enredar mucho más. Sé que aún te quedan unos días más para irte, pero no quiero que lo hagas sin saber que todos nosotros te damos la bienvenida y adiós, que suficientes problemas tenemos ya como para añadir una borrasca. Muchas gracias por pasarte y ya nos dices si necesitas algo.

Con cariño,

Le Lec.

P.D. Si sigues nevando un par de días más me viene genial, que así se leen mi artículo. Envíame un whats y lo acordamos. Un beso ;)

6 de enero de 2021

De cuando vinimos de oriente

Primero de todo, ¡feliz año a todos! Si no lo habéis oído 30 mil veces, no lo habréis hecho ninguna, pero nunca viene mal repetirlo. Hoy es día de reyes. 6 de enero. Tanto monárquicos como republicanos, estos los solemos celebrar. Nos ponemos de acuerdo, y mira que en los tiempos que corren, eso es hasta inaudito y un tanto milagroso. También es sano, pero nos cuesta más reconocerlo, por lo que seguiremos peleándonos por mamarrachadas, como dirían nuestros amigos latinos. Había un tiempo en el que las cabalgatas, con sus reyes vistiendo sus atuendos más glamurosos, sus pajes sobre caballos o el recorrido de ocas en plena Cibeles, estaba permitido. Hoy no, por desgracia, pero no vamos a hablar de hoy, sino de hace concretamente 2 años.

Fue una navidad atípica, pero ilusionante por lo que llegaba el día 5 por la noche. Ese había sido mi primer año en Madrid, lejos de mis padres, con nuevos amigos, nuevos compañeros de clase y todo había cambiado. Pero había llegado Navidad, y con eso, volvía la normalidad y volvía yo también a casa, como El Almendro -y quien no haya entendido la referencia que busque; vuelve a casa vuelve, en Google y sabrá de qué le hablo. Ay siñor…-. 

        Hacía un par de meses que esperaba al día 5 de enero. Un día de otoño en la capital, comiendo unas lentejas del menú de la residencia, unas cuantas se me atragantaron al oír un mensaje de mi padre que me decía que le habían propuesto participar en la cabalgata del pueblo como rey Melchor y necesitaba dos pajes; evidentemente, había pensado en mi hermano y yo. Me dejaba pensarlo un par de días antes de decir algo. ¿Qué coñ* pensarlo? Lo tenía más que pensado des del momento que lo escuché. La respuesta era un sí; un sí como una catedral de grande, y si es como la Sagrada Familia, que aún no se ha terminado, mejor. Era la mejor noticia que me podían dar, y a un navideño como yo, no le podía hacer más ilusión. Encima de Melchor, que era nuestro rey favorito. Y el de casi todo el mundo. El pobre Gaspar no se come un rosco.

        Ese día comimos rápido; un bocadillo era suficiente. Éramos magos, y nada iba a poder con nosotros. Ni el frío, y menos, el hambre. Tocaba vestirnos, y el traje, que ya nos habíamos probado, nos venía como un guante. Bueno, uno sin dedos, porque con tanta ropa iba un pelín estrecho, y los zapatos eran imposibles de poner.

El primer punto de la ruta era el geriátrico. Ver toda esa gente mayor encerrada conmovía. Eran chicos de 8 años encerrados en un cuerpo de mayor. La ilusión era la misma, pero habiéndolo vivido toda una vida. Lo pasamos mal, ya que no era muy agradable verlos pasándolo de esa manera, pero fuimos recorriendo habitación a habitación, acompañando a nuestro rey, dándoles una pequeña alegría. Algunos sería la última vez que los verían, pero te recibían todos con una cara por la que valía la pena hacer todo ese recorrido.

El siguiente punto de encuentro fue el hospital, con gente que lo vivía de otra manera. Gente que se había roto la pierna, niños pequeños a los que habían operado, o mayores que pasaban ahí unos días por si acaso. Hasta uno nos preguntó si éramos reyes monárquicos o republicanos, que si éramos monárquicos no nos quería, ya que él había vivido para ver alguna vez en su vida, unos reyes que no fueran monárquicos. Algo muy de aquí ese pensamiento. Nos reímos, algo que necesitábamos después de haber pasado por algún momento malo.

        Finalmente tocó visitar la base militar, llena de niños y nos metimos en el barco, para dar la vuelta al puerto y llegar donde la multitud nos esperaba. Oías chillar a los niños y sentías como los pelos se iban erizando. Bajamos del barco y nos habían hecho un pasillo. La gente se agolpaba sobre las barreras y ni Cristiano Ronaldo era tan esperado entre sus fans. Sabías que acompañabas a la persona más deseada del mundo en ese momento y eso molaba un montón. Yo me dispuse a tirar todos los caramelos posibles, y los niños lo agradecían.

50kg de caramelos, una carroza y 1h y media por delante. Eso era lo que nos esperaba a los tres. Veías a amigos y seguías tirando caramelos, pero con lo que te quedabas era con todas las sonrisas de los niños que horas más tarde te esperarían en casa. Eso ya no lo íbamos a hacer, la verdad, porque mágicos sí, pero tontos no. La noche de reyes, cada uno en su casa. El trabajo duro ya lo dejamos a los reyes verdaderos y sus camellos.

Al día siguiente, nos levantamos y todos los regalos estaban ahí, bien puestos bajo el árbol. Esa es la mejor sorpresa de todos los años, aunque leer un artículo mío el día de reyes, no está mal tampoco. Fue uno de los días más especiales que recuerdo, pero espero que no sea la única vez en mi vida. Eso sí, la próxima como Melchor, sino no vale. Este año, ya sea en paramotor, en jeep, en caballo o vespino, se mantiene la ilusión. Es adaptarse o morir. Espero que hayáis sido buenos y os traigan lo que habéis pedido, que no mucho, pero muy bueno. Recordad a poner los zapatos debajo del árbol y dejar algo de comida, que sino no pasan. Yo ya tengo el mío. Y si os traen carbón, no importa, comprad salchicha, chuleta y verdura, que sale una barbacoa de locos. Felices reyes.