Sol y lluvia. Lluvia y sol. Y también mucho viento. Esas eran las inclemencias climáticas que llevábamos viviendo 11 días en Menorca. De repente el tiempo había retrocedido 250 años y llegué a pensar que volvíamos a estar bajo dominación británica, porque el tiempo era más parecido al de Londres que al del mediterráneo de donde somos. Eso sí, a mí me faltaban los lemon pie y que oscureciera a las 15.30. Si lo hacemos, lo hacemos bien, aunque aquí ya oscurece pronto.
El 2021 nos había traído este tiempo tan sorprendente como a la vez incomprendido durante todos sus días, y para un día que nos daba un poco de tregua, lo quisimos aprovechar. Llegaban los exámenes, y con ello, llegaba la época en la que los estudiantes nos quejamos por cualquier cosa. “Buenos días”; mal. “¿Quieres lentejas para comer?”; mal. Aunque hay que decir que los que estudian presencialmente –de normal, que no este año-, tenían muchos más motivos para enfadarse. Sólo hace falta poner #ExamenesOnlineYA o #EmpUJAdosalcovid en Twitter y ya sabréis de lo que os hablo. Trend…, tend…, trending topic (o como se escriba macho). Ay lo que se encuentra uno ahí en esa red social eh. Una caja de sorpresas.
Era mañana de domingo y todo estaba cerrado. La misión, simple; estirar las piernas. Algo muy sencillo de realizar, por suerte, en casa, aunque aquí en Menorca lo acompañabas de un paseíto por el campo. Y de eso, aquí hay mucho donde elegir. Cámara cargada y coche con gasolina -que no veáis la que monté para llenarlo. El Fiat500 es muy mono y todo lo que quieras, pero su gran pero es el cierre del depósito. Y quien lo haya cogido en un viaje sabrá que es cierto-. Llevábamos nuestros looks más chandaleros y con mascarilla en cara, nos fuimos a la aventura.
La primera parada fue el Mercadona, y todos pensareis: ¿fuisteis a comprar comida para la caminata? No. Era domingo, y no sé en vuestros pueblos, pero en el mío el súper cierra. A cal y canto. Solo íbamos para dejar el coche en el parking, porque el camino empezaba allí al lado. Esa es una curiosidad de Menorca; puedes tener un trozo de campo inmenso, y al lado un Mercadona por la cara, cuando en Madrid se encuentra en la misma calle que da a Quevedo. ¿Era Alberto Aguilera? Qué recuerdos… Bueno, no me voy a poner triste y sigo.
Íbamos los 3 juntos, porque mi hermano decidió una vez más no venir –entre que nació cansado y que tiene novia, lo de andar nunca ha sido lo suyo-, y por suerte el camino no era difícil. No tenía ninguna montañita, por lo que se podía hacer en Converse si querías (aunque os recomiendo que no queráis. Sólo por el bien de vuestras zapatillas blancas). Lleno de barro, gracias a las lluvias de todos los días, el camino parecía más un huerto que un paso para la gente. A día de hoy, que estoy escribiendo esto, sigue lloviendo cada día. Ya no sabemos qué más hacer para que pare… le hemos dicho hasta a la abuela que deje de cantar. Pero ni así. No lo entendemos.
La parada principal fue el Talaiot de Cornia. ¿Curnia? Bueno, con u o sin u, os preguntaréis: ¿qué es un talaiot? De eso no tenéis en la Península eh. Resumiendo su definición, que no nos interesa mucho y la podéis buscar en la RAE, un talaiot es una especie de construcción originaria de la Menorca ancestral, es decir, la de mis tatatatatatatatarabuelos. Para que os situéis, cuando Jesús perdió su zapato, los talaiots ya hacía mil años que estaban allí. Su origen es igual de misterioso que el de las pirámides de Jizeh, aunque nosotros no nos hemos inventado teorías de extraterrestres ni nada, que para eso ya están los americanos.
No sabemos la manera en la que se construyeron, ni lo sabremos nunca, pero lo que sí podemos decir es que para mover todas esas piedras necesitaban a muchas personas y a un arquitecto que fuera mucho mejor que Calatrava. Los de mi clase de Madrid entenderéis por qué, y si no, buscadlo en Internet –tercera entrada. Tiene su qué-. Cuando tuve hechas unas cuantas fotos, un pie metido en el barro y haber entrado sin querer donde no podía, seguimos un rato nuestro camino, pasando por casitas de campo llenas de ropa colgada y huertos donde podíamos encontrar un sinfín de higos chumbos.
Menorca tiene eso; en dos pasos cambias el frío de los estantes de los yogures del Mercadona por casitas de cuento metidas en recovecos de caminos rupestres llenos de árboles. Yo no sé por qué, os recomendaría venir. Solo para comprobar que es verdad y que no os miento. Aunque este no fuera el camino más campestre de todos, valió la pena compartir una experiencia más en nuestra roquita. También me salieron fotos guays, que eso era lo importante de la excursión. Si no os mentía antes, tampoco os miento en esto, y si lo queréis comprobar, seguidme en mi cuenta de Instagram (@itsaleix). Un poco de spam nunca viene mal. Nos faltan solo 882 seguidores para 1k. Vosotros podéis. Muchas gracias por estar ahí siempre. Poco a poco vamos creciendo, y eso sin vosotros sería imposible. Vamos, yo creo que con esto me voy acercando ya a Youtuber de éxito. Muchas gracias, de verdad. Un beso a todos y cuidaros. Aquí seguirá lloviendo.
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