26 de marzo de 2021

El turismo cultural. O cómo beberte un cubata en el Prado.

“Ting, ting, ting! Les informamos que el embarque del vuelo Iberia 9436, con destino, Madrid, empezará a embarcar por la puerta K94”. Esta frase la solíamos escuchar bastante hace un tiempo, pero últimamente la hemos echado de menos. Al menos nosotros los españoles. Si es verdad que quien más quien menos se ha saltado el confinamiento alguna vez intentando alegar alguna justificación (me incluyo en esta lista), pero hay que reconocer que la mayoría lo ha cumplido.

        Normalmente no hago entradas muy críticas, o sí, bueno… Al final siempre estoy diciendo lo que pienso sobre cualquier tema y recomendando o no algo; cualquier playa de Menorca, un sitio de Londres o un simple restaurante de Fuengirola. Me gusta dar mi opinión, y si algo me permite el jefe de este blog es dar mi opinión. ¿Cómo ser tu propio jefe? Eso os lo contaré otro día. De momento voy a seguir con el tema del turismo.

Si estáis viendo las noticias últimamente, algo que está bien ver muy de vez en cuando, habréis oído las restricciones que nos esperan en Semana Santa. ¿Una incoherencia? ¿Una barbaridad? Yo creo que no. Bueno, o sí, depende. El resumen de todo sería el siguiente: somos un país de pandereta y simplemente, ahora estamos sufriendo lo que no tuvieron valor hacer en Navidad.

En mi opinión creo que, desde fuera, cualquier persona que preste atención a nuestras medidas nos deben ver como un país con muy pocas luces, aunque desde fuera siempre todo se vea mejor ¡Por eso vienen todos los franceses y alemanes, serán jodidos! No te digo que el resto de países sean un ejemplo de coherencia, empatía y ejemplaridad. Para nada. Solo hace falta mirar cómo está Brasil, Italia o Estados Unidos… “La situación es difícil de gestionar”, sí, eso lo hemos oído. Es la frase más repetida en este año, aunque digan que la palabra más usada sea “vegano” (yo no sé de donde se lo sacan). Eso y que tenemos vacuna. Es verdad que hay cosas que se han hecho bien y hay que reconocerlo, pero hay muchas otras que se han hecho muy mal. Lo que no se entiende es la incoherencia de las medidas que proponen y eso ha hecho enfadar a mucha gente.

        Nos quejamos de que estamos en crisis. Sí. Seguramente la mayor desde hace más de 100 años, porque la del 2008 era una broma casi al lado de esta. España es un país que vive del turismo, siempre. Y yo soy de Menorca, que tiene poca cosa más, por lo que es normal que queramos dar ayudas a este sector. No económicas directamente tal vez, pero sí medidas que indirectamente ayuden. ¿A que alguna vez habéis tenido esa discusión con vuestra familia de a ver quién tiene que coger el teléfono? El que esté más cerca, ¿no? Normalmente tus padres te decían que lo cogieras si estabas al lado. Vale, pues, el gobierno ha dicho que vaya el que está más lejos y al de cerca no lo deja ni moverse del sofá. Aunque el de cerca dé gracias por no tener que ir, al menos en el caso del teléfono, es una decisión absurda.

Está muy bien que vengan turistas; franceses, alemanes, hasta japoneses si quieren. Nosotros no hacemos ascos a nadie, que eso está muy bien. Lo que no se entiende es por qué no se puede mover uno que lo tiene todo más cerca. ¿Por qué vamos a dejar que un español se mueva de Toledo a Madrid que tarda 50 minutos cuando podemos dejar que venga un francés que tiene que hacerse 1200km en avión y 3h de aeropuerto? A veces no sé quién piensa las políticas que se hacen, pero imagino que alguna razón tendrá. A esta no la pillo por ningún lado, y mira que he mirado y remirado, pero no hay manera. Debe ser que es de un nivel político muy avanzado.

Reactivar el turismo está muy bien, pero hazlo primero con los tuyos, que es mucho más fácil. Deja que la gente se haga PCR más baratas para estar seguro de si tienes el virus o no; deja que la gente tenga más tiempo para ir al bar y que no se junten 300 personas en una hora; deja que la gente vaya al futbol con la máxima seguridad; deja que la gente se mueva a ver a su familia o parejas con una PCR; deja a la cultura celebrar sus actos teniendo en cuenta las normas; deja a la gente vivir. Lo único que consiguen es que queramos hacer lo mismo con menos tiempo o en otros horarios. Porque después de un año así, se te quitan las ganas de cumplir, y más cuando ves que un francés puede hacer todas estas cosas sin que le pase nada. Y Ayuso, no digas que vienen a ver el Gernika o Las Meninas, porque eso no te lo crees ni tú. Nos tratan como niños pequeños, y después de este año, la gente no puede estar más harta.

        Como dice Grison en La resistencia; “yo me quiero ir a Cádiz. Me cojo un billete a Toulouse por 20€ y de allí a Cádiz. ¿Oh la lá Monsieur, ce n’est pas Notre-Dâme?”. Puede ser una solución. Yo me quiero ir a Jaén, et je sais parler le français. ¿Colará o no? Lo sabréis en el próximo episodio de… ¡Cómo nos mean en la cara y nos dicen que llueve! Visto lo visto, tendréis alguna entrada más estas vacaciones, porque como no podemos salir, habrá tiempo suficiente para escribir. ¡Qué mejor que pasarlo conmigo! Cumplid con lo que nos digan un poco más, que queda poco (eso dicen siempre) y seremos libres. Ellos, seguirán siendo hipócritas. Un beso y cuidaros.

22 de marzo de 2021

Nuestro Atocha particular. Correspondencia contigo.

Son las seis y diez de la tarde. Estoy sentado en el McDonalds del aeropuerto de Madrid. Solo, escribiendo. Me estoy comiendo unas patatas para hacer tiempo. Ha sido un fin de semana largo; lleno de aventuras y felicidad; con la mejor compañía y con ganas de que fuera eterno.

        Son las seis y diez de la mañana del jueves y la situación era similar. No había McDonalds, pero el sueño y el cansancio eran el mismo. Estaba montándome en un avión y no tenía ni idea de lo que me esperaba estos 3 días y pico. Madrid era nuestro destino; esa ciudad loca, agobiante e inesperada, a la vez que preciosa, acogedora y viva las 24 horas del día. Bueno, 17 horas del día (las otras siete se las come el toque de queda).

Cristina también venía, aunque ella llegaba más tarde y a Atocha. Era su segunda vez en tren a Madrid y la primera que tenía que salir sola. Se perdió. Fue nuestro primer contratiempo. Entre gente con maletas y abrazos de reencuentros la encontré. Rubia, con su bolso y su maleta, y tan guapa como siempre. Qué bonica estaba. Nos rugía ya el estómago y no se nos ocurrió otra cosa que ir a El Brillante a desayunar. Bar madrileño típico, con sus bocatas de calamares y tostadas de jamón y queso. Lo que no fue normal fue la clavada a primera hora de la mañana por dos trocitos de pan y dos cafés.

En el transcurso de una hora nos pararon de la tele para una entrevista, vimos una manifestación en el congreso e hicimos el Check-in en el hotel. Era pequeño, en Calle Montera, y al contrario de lo que pensáis por lo de calle Montera, no ha habido ruidos raros de otros pisos al lado por la noche. Será que teníamos la Policía justo enfrente. Suerte que no nos los queríamos cruzar por si acaso. 

        En estos tres días hemos tenido tiempo de todo; nos hemos perdido por las calles de Madrid cogidos del brazo como dos abuelos; hemos ido de compras (al menos ella, a mi no me han dejado mucho); hemos ido al Sumo a probar nada más y nada menos que 16 platos de sushi, de los cuales yo me comí 10 mínimo; hemos paseado por Plaza Santa Ana, un sitio en el que yo no había estado nunca, y mira que está céntrico; hemos comido los deliciosos manolitos en Alonso Martínez (nada más que añadir); hemos visto La Isla de las Tentaciones con nuestra copa y nuestros Papa Delta -la verdad que nunca imaginé que eso estaría tan rico-.

También hemos desayunado en el ya famoso y conocido por influencers Café Comercial -si no podéis ir, seguramente sea porque reservan todas sus mesas a los brunch, por el módico precio de 28€ nada menos. A nosotros nos bastó con un sandwich, una tostada y un café, as always. Hemos podido ver toda la Castellana sin mover un pie del coche; tomamos unas cervezas con mis amigos de mi ex-uni; nos ha tocado sufrir el frío de una Filomena 2.0, sin lluvia y sin nieve. Pensaréis así que nos ha hecho buen tiempo, y así es, pero el frío que ha hecho ha sido increíble; hemos paseado por el Retiro, tomándonos un tinto de verano al lado del lago; hemos hecho fotos; hemos andado y andado, más que nada para evitar el metro y sus grandes multitudes. Ese sonido de fondo de “próxima parada... correspondencia con” se ha echado de menos; hemos comido en el Zielou, que mejor os explico qué tal otro día; conectamos la tele del hotel a Internet, como dos hackers de Silicon Valley; tomamos a “cervecita” in Plaza Mayor, como habría dicho Ana Botella si fuera un poquito más madrileña -qué es eso de un café-; hemos reído, nos hemos querido, y todo esto y mucho más han hecho del finde, unos 3 días mágicos que podremos recordar y contar dentro de muchos años.

Escribo todo esto en el aeropuerto porque necesitaba sacar todo eso en palabras antes de solo tener las imágenes en mi cabeza o en Instagram. Normalmente dicen que cuando uno se lo pasa bien no sube nada. Creo que le doy la razón a este ser, porque lo último en lo que piensas es en coger el móvil y estropear el momento.  La despedida ha sido horrible, como siempre. Andar por el Paseo del Prado -en medio de la carretera, algo raro- sin ti, ha provocado que las lágrimas cayeran sin querer desde el minuto 1 después de que cruzaras ese control de equipajes. ¿Cuándo nos volveremos a ver? Pronto, no lo dudo. Todo depende de Pedrito, que espero que sea bueno y coherente. Hasta este día cercano, me quedo con nuestras conversaciones sobre cualquier tema que nos salga sin importar qué piense el otro, conversaciones sobre el futuro, me quedo con tus caricias, tus besos a medianoche, con nuestras risas tontas, con tus botes de maquillaje por todo el baño, con tus quejas matutinas, con tu sonrisa y contigo. Qué suerte tuve y tengo cada día. Te esperaré llegar siempre en nuestro Atocha particular. 

        P.D. Por cierto, también he podido ver el futbol contigo, que no juntos, un gran avance para nuestra relación. La próxima vez verás al menos 5 minutos. Después de estos días, me quedaría siempre con Madrid. Aunque si me dan a elegir, me quedo más contigo. Siempre. Como espero que vosotros os quedéis conmigo en esta entrada, por algo melancólica que sea. Gracias, como siempre. Son las siete y cincuenta, y sigo esperando para embarcar.

3 de marzo de 2021

Lady Jaén

Si hace tiempo que no hablaba por aquí es porque con el break de la universidad, me cambiaron, salí al banquillo, me tomé una Cocacola y también un descanso en el blog. Aproveché para volver a ver a mi novia (después de 4 meses –ya os contaré-) y una vez vueltos a la rutina, llega un nuevo capítulo de… ¡Las aventuras de Aleix! O bueno, mejor dicho, de cómo entreteneros –o aburriros, dependiendo de la persona- durante cinco minutos de vuestra vida. O 7, según el día como me pille.

Cuando escribí esta entrada, la exposición del tema tenía cierto sentido. Ahora, más de 1 mes más tarde, no tanto. La cosa comenzaba así: [y llegamos al 19 de octubre] ¿A que no es 19 hoy? Ea, pues eso. ¿Era una entrada mala eh? La de hoy no es mucho mejor, aunque para situaros sí que quiero que recordéis esa fecha; 19 de octubre de 2019. El día anterior habíamos llegado a Jaén, sanos y salvos. El día acompañaba, ya que era un día de estos con un cielo azul radiante. Un azul sobresaturado que parecía estar sacado de una aplicación de retoque de fotografía. Ese azul artificial. Un azul muy bonito que nos acompañó durante todo el día. Esa ciudad, al final, se convirtió en nuestro pequeño chernobil.  

        Al apagarse la luz del día, se encendió otro tipo de luz: la luz roja de un escenario que Leiva iba a devorar en 15 segundos. El vértigo se apoderó de nosotros. No sabías lo que podías esperar: una guerra mundial, un anticiclón o algo de ciencia ficción. Siempre recordaré ese concierto por ser el primero al que fui. Por el espectáculo. Por ser Leiva. Por disfrutarlo con mis amigas. Por el innecesario olor a “salami” que nos acompañó durante 2 días, o por lo que podría haber sido y no fue. Unos días después, cuando empecé a hablar con Cristina, me di cuenta que ella podría haber estado; yo le había pagado la entrada sin saberlo, pero no pudo venir. Una pena. Habría sido nuestro primer concierto juntos. Pero tiempo al tiempo. Primero nos teníamos que conocer.

Leiva se comió el escenario. Como si tuviera superpoderes, las dos horas de concierto volaron, como si de palomas se tratara. Canción a canción, partido a partido, como diría un argentino conocido rojiblanco, fue pasando el tiempo y nuestra voz se fue apagando. No por cansancio, sino por el éxtasis que se fue apoderando de nuestros cuerpos. Al ir escuchando cada uno de sus temazos, tan bien escogidos, uno tras otro, nos dimos cuenta que eso se terminaba, y los bises fueron como una tanda de penaltis que sabías que tu equipo iba a ganar.

        Ese concierto terminó, como todas las buenas jodas, que dirían los de Taburete, y en un vis a vis nos encontrábamos en la feria, dejándonos caer en las jarras de cerveza y los vinos y barquillos. Que no banquillos. Nunca nadie habría pensado que no éramos de allí. Al menos dábamos el pego. No íbamos con los trajes de flamenca (ellas, no yo), pero colábamos como auténticos andaluces.

Y ahí fue cuando la vi a ella. El caso de la rubia platino. Era rubia y no sabía ni cómo se llamaba. Luego descubrí que su nombre era Cristina. Pienso en aquella tarde, y cuánta suerte tuve de coincidir en el mismo sitio que ella y cruzar esa mirada perdida. Esa hermosa taquicardia, esa pequeña sensación como si fueras a morir mañana sigue apareciendo día a día al verla. El ambiente se llenó de electricidad, y el resto es historia. Cursi, sí, pero es LA historia, y a mí me parece bonita, por muchas veces que ya la haya escuchado. Aún a veces no me creo que pasara.

        Todo este homenaje al cantante madrileño, del que no sé si os habréis percatado, viene porque estas navidades los reyes me regalaron la caja de vinilos del concierto especial de Leiva que dio en el Wizink. ¿Soy de los que le flipan los vinilos? Sí soy. Ese es un tema que discutiremos más adelante. Ese disco, junto al de Bohemian Rhapsody, ha sido uno de los regalos más especiales que me hayan hecho, porque, aunque sea del concierto de Madrid, al que no fui, para mí ese es y será siempre el concierto de Jaén. El concierto donde indirectamente te conocí. El concierto que será nuestra estación eterna hasta nuestra particular costa de Oaxaca.

¡Muchas gracias Madrid! ¡Olé tu p*** Jaén! ¡Visca Barcelona! ¡Gora Bilbao! Bueno, en verdad gracias a todos los que me leáis desde donde me leáis. Esta tontería era para terminar así de forma más rockera, pero creo que viene siendo igual de mala que la primera entradilla que tenía pensada… Tendré que pensar más. Hasta la próxima.