Si hace tiempo
que no hablaba por aquí es porque con el break de la universidad, me cambiaron,
salí al banquillo, me tomé una Cocacola y también un descanso en el blog.
Aproveché para volver a ver a mi novia (después de 4 meses –ya os contaré-) y
una vez vueltos a la rutina, llega un nuevo capítulo de… ¡Las aventuras de
Aleix! O bueno, mejor dicho, de cómo entreteneros –o aburriros, dependiendo de
la persona- durante cinco minutos de vuestra vida. O 7, según el día como me
pille.
Cuando escribí esta entrada, la exposición del tema tenía cierto sentido. Ahora, más de 1 mes más tarde, no tanto. La cosa comenzaba así: [y llegamos al 19 de octubre] ¿A que no es 19 hoy? Ea, pues eso. ¿Era una entrada mala eh? La de hoy no es mucho mejor, aunque para situaros sí que quiero que recordéis esa fecha; 19 de octubre de 2019. El día anterior habíamos llegado a Jaén, sanos y salvos. El día acompañaba, ya que era un día de estos con un cielo azul radiante. Un azul sobresaturado que parecía estar sacado de una aplicación de retoque de fotografía. Ese azul artificial. Un azul muy bonito que nos acompañó durante todo el día. Esa ciudad, al final, se convirtió en nuestro pequeño chernobil.
Al apagarse la luz del día, se encendió otro tipo de luz: la luz roja de un escenario que Leiva iba a devorar en 15 segundos. El vértigo se apoderó de nosotros. No sabías lo que podías esperar: una guerra mundial, un anticiclón o algo de ciencia ficción. Siempre recordaré ese concierto por ser el primero al que fui. Por el espectáculo. Por ser Leiva. Por disfrutarlo con mis amigas. Por el innecesario olor a “salami” que nos acompañó durante 2 días, o por lo que podría haber sido y no fue. Unos días después, cuando empecé a hablar con Cristina, me di cuenta que ella podría haber estado; yo le había pagado la entrada sin saberlo, pero no pudo venir. Una pena. Habría sido nuestro primer concierto juntos. Pero tiempo al tiempo. Primero nos teníamos que conocer.
Leiva se comió el escenario. Como si tuviera superpoderes, las dos horas de concierto volaron, como si de palomas se tratara. Canción a canción, partido a partido, como diría un argentino conocido rojiblanco, fue pasando el tiempo y nuestra voz se fue apagando. No por cansancio, sino por el éxtasis que se fue apoderando de nuestros cuerpos. Al ir escuchando cada uno de sus temazos, tan bien escogidos, uno tras otro, nos dimos cuenta que eso se terminaba, y los bises fueron como una tanda de penaltis que sabías que tu equipo iba a ganar.
Ese concierto terminó, como todas las buenas jodas, que dirían los de Taburete, y en un vis a vis nos encontrábamos en la feria, dejándonos caer en las jarras de cerveza y los vinos y barquillos. Que no banquillos. Nunca nadie habría pensado que no éramos de allí. Al menos dábamos el pego. No íbamos con los trajes de flamenca (ellas, no yo), pero colábamos como auténticos andaluces.
Y ahí fue cuando la vi a ella. El caso de la rubia platino. Era rubia y no sabía ni cómo se llamaba. Luego descubrí que su nombre era Cristina. Pienso en aquella tarde, y cuánta suerte tuve de coincidir en el mismo sitio que ella y cruzar esa mirada perdida. Esa hermosa taquicardia, esa pequeña sensación como si fueras a morir mañana sigue apareciendo día a día al verla. El ambiente se llenó de electricidad, y el resto es historia. Cursi, sí, pero es LA historia, y a mí me parece bonita, por muchas veces que ya la haya escuchado. Aún a veces no me creo que pasara.
Todo este homenaje al cantante madrileño, del que no sé si os habréis percatado, viene porque estas navidades los reyes me regalaron la caja de vinilos del concierto especial de Leiva que dio en el Wizink. ¿Soy de los que le flipan los vinilos? Sí soy. Ese es un tema que discutiremos más adelante. Ese disco, junto al de Bohemian Rhapsody, ha sido uno de los regalos más especiales que me hayan hecho, porque, aunque sea del concierto de Madrid, al que no fui, para mí ese es y será siempre el concierto de Jaén. El concierto donde indirectamente te conocí. El concierto que será nuestra estación eterna hasta nuestra particular costa de Oaxaca.
¡Muchas gracias Madrid! ¡Olé tu p*** Jaén! ¡Visca Barcelona! ¡Gora Bilbao! Bueno, en verdad gracias a todos los que me leáis desde donde me leáis. Esta tontería era para terminar así de forma más rockera, pero creo que viene siendo igual de mala que la primera entradilla que tenía pensada… Tendré que pensar más. Hasta la próxima.
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