11 de la mañana. Una vez has desayunado, te preparas para un día de descanso en el que poca cosa vas a hacer. Lo tenemos que aceptar: en verano se intenta no hacer nada. Y con el calor que hace, es aún, más imposible. De pequeño, mis padres me compraban unos cuadernos para ir haciendo ejercicios mientras ellos trabajaban. Una vez pasé los 13 años, creo que no lo volvieron a intentar. No nos gustaban mucho. Mientras, disfrutábamos de una gran carrera de triatlón en la que no conocíamos a ningún participante. Usain Bolt también solía correr a esa hora, y no había carrera suya que nos perdiéramos. Todo esto lo veíamos entre sumas de matemáticas y cuadernos de caligrafía a 40 grados.
13 del mediodía. Llegaba la hora de ir a la piscina a refrescarse un poco. En verano se agradece. A veces nos llegábamos a casa de mi tía y así le hacíamos compañía. Mientras hablábamos con ella, solía jugar España o Estados Unidos algún partido de baloncesto. Recordaré estar en la piscina, con el aperitivo allí al lado, e ir corriendo a la puerta del salón para ver qué hacía la selección. No podíamos entrar porque lo mojábamos todo, pero nos quedábamos en la barrera (como hace la gente en los toros), intentando ver lo máximo que pudiéramos. Normalmente, ganábamos siempre hasta que llegábamos a la final. Ahí nos tocaba sufrir, y casi siempre, perder.
14 de la tarde. Después de unos cuantos largos más, mi tía, al no tener otra cosa en la nevera que no fuera cerveza y ensalada, nos solía invitar a paella. Llamaba y pedía una mixta para 5 a La Paella o Ca’n Jordi. Eso sí, teníamos que esperar a las 3 para que estuviera lista (es lo que tenía hacerlo a última hora siempre). Entre que esperábamos, solía terminar el partido de baloncesto e inmediatamente nos daban alguna carrera de Mireia Belmonte o Michael Phelps. Nunca nos había interesado tanto la natación, pero es verdad que el ímpetu que le ponían los narradores hacía que ese deporte ganara enteros.
16 de la tarde. Una vez devorada la paella y hecha la digestión, volvía el deporte a las olimpiadas. A esa hora solía haber algún partido de tenis, o deportes más de tipo atlético (salto de pértiga, vertical, tiro de jabalina…). La verdad que a esa hora prefería echarme la siesta a ver eso, pero mi hermano se lo tragaba todo. Siempre ha sido de deportes minoritarios.
18 de la tarde. Volvíamos a casa, y se volvía a encender la tele. Un partidito de Rafa Nadal podía hacer que la tarde muriendo de calor se pasara un poquito mejor. A la vez, iban retransmitiendo algún partido de Waterpolo o Balonmano, donde siempre hemos sido del equipo femenino. Lo que hacen las españolas de Waterpolo tiene un mérito... Y esos partidos contra Estados Unidos, dios mío, ¡qué partidazos! Era la hora de merendar algo, ducharse y prepararse para otra competición.
2020 era el año señalado para vivir todo esto, pero debido al Covid todo se ha tenido que retrasar un tiempo. Nuestras vidas también se han retrasado un año, aunque el contador no se haya parado en ningún momento. Para muchos, ha sido un año perdido. Para otros, ha sido un año de recuperación y rotura con lo anterior (como el Romanticismo, vamos). 2020 era también año de Eurocopa, una Eurocopa que por motivos sanitarios no se pudo, ni se debía jugar. Todo pasó al 2021, año en que coincidirían Eurocopa, Olimpiadas y otra competición, por lo que los amantes de los deportes, podían estar todo, todo, todo, todo el día, enganchados a la tele.
21 de la noche de ayer. Suena el himno de España en la Cartuja. La cámara enfoca a los jugadores. ¿Dónde están Xavi, Iniesta, Villa, Puyol, Piqué o Casillas? ¿Quiénes son estos? Ay Luis Enrique… Bueno, tenemos a Gerard Moreno, Tiago, Pau Torres, Rodri y, sobre todo, al pulpo Busi. Esto nos debería dar para mínimo, llegar a octavos. El día que juega la selección, todos somos españoles. Mis amigos cantan el himno con la mano en el pecho y se celebra cada gol como si cualquier partido político tomara una buena decisión.
3 de la mañana. Después de dormir un rato, vuelves a encender la tele. Ahora juega Dios. A su lado, Messi. Si eres muy friki del fútbol, un Argentina – Chile de Copa América no te lo puedes perder. No es mi caso, por suerte. No he llegado a ese nivel, aún. A esas horas, después de un día lleno de deporte, solo apetece dormir. Y dormir mucho, porque a la mañana siguiente, volvemos con el Ping Pong, o con el Judo incluso. Yo ya no sé qué hacer para quitarle el mando a mi hermano. Si alguno de vosotros tiene alguna idea, que me la haga saber. Su aspecto actual es el de la foto, pero esto solo acaba de empezar. En un mes no me lo quiero imaginar.
Oye, no sé vosotros, pero estoy cansado de jugar al Sofing. Si queréis, os sigo escribiendo entradas, y entre bádminton, piragua, kárate, o breakdance, os las vais leyendo, que esto se puede hacer en la piscina. ¿Trato?
No hay comentarios:
Publicar un comentario