El sábado amanecía soleado, sin una nube en el cielo. Esa sensación al rozar tierra en el avión. Ese cosquilleo al salir. En el aeropuerto me esperaba mi hermano, invitado de honor a la experiencia que íbamos a vivir al día siguiente. Parecía que hacía mucho que no nos veíamos, y apenas han pasado 2 semanas. Nuestro primer viaje. Había venido alguna vez a Madrid, pero no es lo mismo. Viajar es ese verbo que te transporta a cualquier lado. Literalmente. Esa acción que uno desea hacer siempre que el tiempo se lo permite. Ese acto de no ir a ningún lado e ir a todos los sitios. Diría que no conozco a nadie que no quiera viajar.
Barcelona nos recibió de la mejor manera posible, aunque el sello del Aerobus nos salió caro en comparación a mi última vez. Será culpa de la guerra. Siempre le tendré un cariño especial a esta ciudad. Fue el primer sitio al que viajé con mis padres justo con 1 año, y aunque no recuerde nada de esa vez, recuerdo todas las siguientes. Recuerdo esas visitas al zoo, al Maremagnum. Esa visita al Camp Nou y la foto con la equipación del Barça. Los paseos por las Rambles, l’Estación de Francia, Passeig de Gràcia y mi Apple Store. Merendar en el Corte Inglés y visitar cada tienda de Portal de l’Àngel.
Hemos crecido, y ya no somos esos niños a los que les gustaba Ronaldinho. Yo iba con mi Polaroid colgada al cuello y mi hermano tenía la ilusión de hacer su primer viaje “solo”. Un coctel molotov bonito al que se añadía la estancia en un hostel con 3 británicos, un indio y un par de chicas más. Nada nuevo para mi.
Empezó el día, y empezamos a andar. Ha sido un finde de andar mucho. Patearnos la ciudad de norte a sur. De este a oeste. Andar también te lleva a muchos sitios. Hablas, disfrutas la ciudad, su perfección geométrica, sus balcones de l’Eixample, sus taxis negros y amarillos, sus plataneros y sus adoquines florales en todas y cada una de sus calles. Una foto aquí, una foto allá. Recuerdos que veremos dentro de muchos años y nos harán sonreír. Esa foto con el turrón, en el restaurante japonés o dándole un beso a las patatas del Five Guys. La del Palau Blaugrana o el Parc de la Ciutadella. Esas fotos que nos contarán una historia que ya tendremos grabada en nuestra memoria. Nuestro primer viaje. Esa visita a la Sagrada Família y el New York Roll que nos comimos observando como dos abuelos esa iglesia que si no la más bonita, la más diferente del panorama europeo. Nos dejamos pocas cosas por hacer. Parc Güell, Tibidabo y Bunkers nos esperan para la próxima. Prometido.
Fue el fin de semana de la Kings League, esa competición que ha surgido de una idea loca, y seguramente se coma en breve a otras ligas perecederas, si todo sigue como hasta ahora. Piqué, Ibai, DJ Mario… Recordaremos el Suuu que gritó cada persona en el campo, la llegada en Helicóptero, las batallas de gallos, el gol de Dorkis, el penalti de Adri, y los fuegos artificiales en la final. El himno del Barça mejor lo olvidamos. Si algo no se menciona, no tiene por qué haber pasado. Así y todo, no hubo nada que no dijeras: estamos viviendo una locura. Hasta nos dio el sol y nos pusimos morenos. Hay cosas que solo pasan una vez en la vida, y más vale aprovecharlas. Esta seguro fue una de ellas.
Barcelona nos sedujo desde el primer momento. Con cada una de sus calles, con el mar de fondo, con esos bares en cada esquina y con esa luz que tanto la caracteriza. Lo dije una vez y lo repito. Hay pocas ciudades que te entran por la luz. Barcelona es una de ellas, sin duda. Esos rayos de sol que hacen que brille cada una de sus casas, que iluminan la montaña o que deslumbran calle Córcega a las 12 de la mañana, te atan de tal forma que es imposible no querer quedarte ahí. En el césped de la Ciutadella, en el banco de Montjuic o en un bar de la calle Roger de Llúria.
Porque este viaje fue de recuerdos. Y lo recordaremos para mucho tiempo. Porque Barcelona es la ciudad que nos ha visto crecer a lo largo de los años. La ciudad a la que volveremos cuando necesitemos regresar a ese momento. El momento exacto en el que pareció que el tiempo volvía a 2015, y volvíamos a ser dos niños viajando con sus padres. Aunque esta vez, sin ellos. Repetiremos, eso seguro. Aunque pronto tendremos que hacer uno con ellos, que ya hace mucho que no vienen.
Esta fue nuestra experiencia, y seguro que la de muchos más. Por eso os la dejo en este blog, para que viváis cada uno de nuestros movimientos. Porque ese día fueron nuestros, pero otro día fueron vuestros. Ahora, al menos, son de todos. Gracias por leer siempre este blog. Gracias por seguirnos.
Me ha encantado!!! Sin duda, Barcelona tiene algo que te atrapa. Mi amiga y yo decimos que tiene droga en el aire, porque nada más llegar nos sale una sonrisa 🫶🏼
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