Ellos dirán que en los años de la uni no quedé suficiente con ellos. Que prioricé otras cosas. En ese momento creí que hacía lo correcto, y años más tarde he descubierto que puede que tuvieran razón. Tal vez no estábamos en el mismo momento vital, aunque compartiéramos universidad. Puede que no estuviera viendo que, dígase pareja, dígase amigos, dígase familia, hay que disfrutar de ellos el máximo tiempo posible porque uno nunca sabe lo que puede pasar.
Cuando volví a Menorca por el Covid, la mayor parte de la gente que había conocido en esos dos años pasó a un segundo plano. Había otras cosas más importantes. En ese momento, sin embargo, no sabía si volvería a poder verlos como en la época iniciática de la universidad. 3 años más tarde, estamos todos en Madrid, cada uno con su trabajo, cada uno con sus cosas, cada uno con su pareja, amigos, másters, obsesiones, gustos, fiestas, libros, vermuts, etc, pero nos volvemos a juntar. Nos volvemos a reir. Nos volvemos a abrazar, a hablar durante cinco horas seguidas. Como Cinco horas con Mario. Y eso no se cambia, porque eso no tiene precio. Esa es la familia que se escoge, y a ellos los escogería mil veces más.
Eso sí, cuando os digan que vienen a vuestra casa a cenar, como mínimo, esperad que os traigan vino. Chin chin.
No hay comentarios:
Publicar un comentario