Tarde, ya con el telón del día bajado, cuando las farolas salen a las calles de Madrid, empezó en Pérgamo la charla de presentación de Cochabamba, donde el escritor mexicano lució en su máxima faceta de lo que es, un escritor incansable, inventor, metafórico y gracioso. A su lado, con esa labia, esa capacidad de hablar como un mago de la literatura, cualquiera se hubiera sentido pequeño. Y aún así, Pablo lo defendió a las mil maravillas. Oratoria, la del escritor, de un siglo pasado y moderno, de México, Madrid y de cualquier lugar del mundo. De mentiras noveladas que se vuelven verdades. Cochabamba en su esplendor.
La primera vez que uno deshoja las páginas de un escritor, virgen a su prosa, sintiendo su alma a través de sus palabras, puede ser altamente peligrosa. Puede no cumplir las expectativas, cortarte la respiración o hasta descubrir un mundo totalmente nuevo y apasionante. Pero ese hombre, especie de Santa Claus literato, no defraudó en ninguna de las 198 páginas que dura la novela. O cuento largo. No me queda claro, ¿cuántas páginas debe tener un libro para ser considerado novela? El Planeta obliga a unas 200, pero hay obras de 100 que dicen más que otros ladrillos. Ese es uno de los dilemas constantes del escritor, que se embarca junto a Xavier Dupont, amigo que confió en él para escribir la historia de la que en su época fue la mujer más bella del mundo, en un viaje de 72 horas. 72 horas seguidas de comida, de desayuno, de lluvia, de no bañarse ni tener tiempo para cambiarse. 72 horas de viaje a Paris y a Cochabamba. 72 horas de pura literatura sobria, para no estropear una historia que el autor vuelve mágica.
Pudiera citar todas las frases destacadas estaríamos delante de una de las entradas más largas de este, nuestro querido blog. Sin embargo, hay frases que merecen un hueco en este blog como lo tienen en mi corazón. Hay veces que uno vive duelos callados y no puede llorarlos delante de nadie y la vida sigue y uno vuelve a levantarse de la cama y a ir a trabajar y reza para encontrar un momento de escape en el que pueda descansar de esa vida que a veces se nos hace complicada leyendo un libro y escondiéndose así de una realidad que a veces nos traiciona aunque sea mejor no darle tiempo y traicionarla a ella porque el tiempo no tiene edad sino acumulación de palabras y a veces lo mejor es pensar que Paris es la ciudad más bonita del mundo aunque uno no la conozca porque tiene toda la vida para imaginársela y porque Paris existe en las palabras que cada escritor narra a la vuelta de sus páginas y a veces el paisaje más bello del mundo no es Paris sino lo que está en los ojos de la persona a la que uno quiere porque continuamente uno puede estar hablando de Amor incluso estando callado y contemplando un paisaje y a veces solo hay que reír a carcajadas la hermosa vida que es fugaz y efímera como de novela, y hasta aquí no ha habido una triste coma, salvadora, ni una respiración tranquila, que llega como agua de mayo, porque así me dejó a mi la novela. Sin respiración. Con el corazón en un puño. A lágrima viva.
Y no sé si la historia será real, si la mujer más bella del mundo fue amante de Camus o si Edith Piaf cantó en la boda de Catalina. Lo que sí sé es que, aunque la primera vez que uno deshoja las páginas de un escritor, virgen a su prosa, deseo que las primeras palabras que lea sean escritas por Jorge F. Hernández. Volad a Paris. Volad a Cochabamba. Sentid la narración de una historia como si os la contara vuestro amigo. Terminaréis viudos de Catalina, de Xavier, de Jorge F. Hernández y de Pedro. Desde el día en que tocó a la puerta.