
No hace falta poner más y ya sabéis a qué me estoy refiriendo. No hablamos de futbol, no hablamos de arte ni de cultura. Cuando se pronunció por primera vez algunos incluso no habíamos nacido. El 20 de julio de 1969, Armstrong pisaba por primera vez la Luna y todos los medios de comunicación, al hacerse eco de la noticia, la presentaban en sus columnas con la misma frase, ya repetida hasta la saciedad. No la voy a repetir porque la tenéis en el título y sabéis cómo termina.
Podremos creernos más o menos que llegaron a pisar ese terreno rocoso, hasta que clavaran la bandera de los “mejores” estados para que quedara para la eternidad, pero hay que reconocer que delante de tal suceso, había que levantarse y aplaudir. Quien haya visto The Crown se acordará de cuando el príncipe Felipe estaba nerviosamente pegado a la tele para, como todo el mundo, ver la hazaña de esos tres chicos.
Menorca no es la Luna, ni de lejos. Por si os lo estabais preguntando, no lo es. Tampoco es ni tan verde ni tan frondosa como el País Vasco o Irlanda, pero se podría decir que generalmente somos una isla campestre de matojo y arbustos, pero verde. En verano a lo mejor no mucho, pero eso le pasa a cualquiera. Los pelos morenos se vuelven un poco más rubios y las hojas verdes se convierten en amarillas ramas secas.
Menorca no es la Luna, pero si cogemos el coche y nos dirigimos al Norte, hay un pequeñito sitio, que es lo que más se le parece. Favàritx, junto a Cavalleria, son de los faros que se encuentran más al norte en nuestra isla. Si Menorca se tuviera que caracterizar con una cosa sería con sus faros, o eso o con los caballos. Nuestro coche iba pasando por un camino de carretera rodeado de campo verde, con la música a todo trapo, viendo el cielo azul pasar a través de la ventana. Tras 20 minutos de trayecto, llegamos a un parking donde se podía dejar el coche. Suponíamos que más adelante estaría todo lleno -así fue-.
Llevaba mi cámara analógica y empezamos a andar. Era cortito el tramo, pero en 5 minutos pasamos de tener plantas de romero al lado a tener roca pizarra y otros tipos de piedra. Después de unos días en los que en el cielo habían predominado las nubes, era un día despejado, con un azul que ya nos empezaba a mostrar el camino al deseado verano. Lo notabas, igual que el olor a mar. Lo he dicho más veces, pero lo mejor de esas excursiones era no cruzarte a nadie y poder ir sin mascarilla. Espero que no me lea ningún gobernante, porque si no os habéis enterado, ahora esto parece que también está prohibido. Vosotros no lo sabéis, pero me han chivado que lo próximo que decretaran será obligarte a ir al baño de tu casa con mascarilla. Sé que os extraña, pero dicen que es de vital importancia que nos duchemos con protección, por no sé qué de los aerosoles estos… Pronto lo sabréis, estad atentos, porque cualquier día de estos nos aparece la Robles diciéndonos que no somos lo suficientemente responsables en nuestra propia casa.
Bueno, seguimos paseando, y poco a poco empezó a avistarse el faro, el cual creo que es uno de sus principales objetivos. Verlo de lejos. Paseabas cerca del mar y lo notabas; notabas su olor a alga, su color azul verdoso, sus olas que rompían contra las rocas o esa brisa que te deja pegada al cuerpo. Yo iba haciendo fotos, y por el camino íbamos cruzándonos con gente en bicicleta, coches, motos y hasta caballos. Es lo bonito y diferente de vivir en Menorca. También os digo que hay gente que imagina Menorca como una isla de película donde vive Robinson Crusoe, la gente va en taparrabos y vamos en caballo a todos lados y también os digo, que hay algún cochecito que no lo he visto yo en algunos sitios de la Península, eh.
El faro era muy bonito, pero era el típico faro con sus rayas negras. No tenía mucho más, pero el paisaje valía la pena. Siempre me quedará la imagen de las rocas grises besándose con el azul verdoso del mar. Se acercaba la hora de comer y yo me iba cansando también. Había estado enfermo tres días, y al cuarto había “resucitado” (ese había sido el título que pensaba poner a mi anterior entrada, pero decidí cambiarlo), por lo que tampoco importaba moverse mucho más.
Iba terminando el carrete y tocaba descargarlo para poder revelarlo unos días más tarde. Mi tristeza vino cuando yo iba descargándolo y no había manera de soltarlo de la bobina. Qué pena. 36 fotos que se iban a la mierda. 36 fotos que no podréis ver en mi Instagram. Por suerte, vuestro escritor de blog favorito fue haciendo con el móvil por si acaso, que nunca viene mal y las podréis ir viendo en mi perfil. De esta excursión saco varios titulares; primero, para ir a la Luna no necesitáis haceros astronautas, solo venir a Menorca; segundo, siempre que vayáis con analógica, haced fotos igualmente con el móvil, por si pasa algo, que nunca se sabe, y tercero: “una pequeña excursión para mi, una gran entrada para vosotros”. Vaya motivao, por dios. Bueno, disfrutadla. Muchas gracias, siempre. Y hoy, ¡Hala Madrid!
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