Recuerdo lo que comí ayer, recuerdo la primera vez que vi a mi novia; recuerdo la primera vez que entré en Pérgamo, el primer día en mi trabajo; recuerdo el último viaje a Santiago de Compostela y también el primer viaje a Roma que hice con mi familia; recuerdo nuestra última cena en Disbarat en Menorca; recuerdo la última playa en la que me metí hace una semana y parte de ello es por la quemadura que arrastro hace días; recuerdo las entrevistas para entrar en la empresa y cómo tardamos en conseguir un piso para Cris y para mi; recuerdo el primer día en la universidad, aunque ya no estudie la misma carrera; recuerdo el día que nos dijeron que cerraban las universidades por el Covid y el tiempo que tardamos en salir de casa; recuerdo el partido de baloncesto que jugué hace 2 años, más que nada porque jugué 5 minutos y recuerdo también el último concierto con la banda.
No recuerdo lo que comí hace dos semanas, ni el primer libro que compré hace unos años; tampoco recuerdo el primer viaje que hice, aunque tengo la ligera sospecha de que fue a Barcelona por las fotos que quedan guardadas en casa; no recuerdo la primera vez que vi el mar y tampoco si me costó aprender a nadar; no recuerdo qué asignaturas he tenido en la carrera y tampoco recuerdo los 2 meses de confinamiento; no recuerdo cómo empecé a jugar a baloncesto ni el primer concierto que tuve con la banda con tan solo 8 años; creo que recuerdo menos cosas que las que no recuerdo. Y esto no lo recuerdo del todo.
Recordar es algo que todo el mundo puede hacer, con algunas excepciones, pero es verdad que no es fácil tenerlo siempre presente. A veces lo hacemos inconscientemente, algo se enciende en nuestro interior, pero el objetivo es recordar sin la necesidad de una señal, un símbolo, una imagen, o simplemente una palabra. El recuerdo es lo más fácil que pasa por nuestra mente y no nos damos cuenta. Ordine, en el ensayo que estoy leyendo ahora mismo, diferencia la definición que hace un diccionario de la palabra recordar por el hecho de que no es simplemente una acción pasiva que realizamos para rememorar algo pasado, sino que es una forma de crear nuestra propia identidad y comprender el mundo. “El hombre que no conoce su historia está condenado a repetirla”, es una frase que curiosamente dejó escrita un poeta español, y creo que nos muestra a la perfección la importancia que tiene el recuerdo, aunque muchas veces estemos condenados a repetir lo que ya hemos hecho. Recordar no es una opción sino más bien un deber moral que tenemos todos.
Y aquí es donde entra el libro que da imagen a esta entrada. Un libro que compré por culpa de la lectura de otro que no hemos comentado aquí, pero que marcó un poco, un antes y un después en una literatura que no había cosechado nunca. La literatura rusa puede ser densa, histórica, tediosa y centrada en la revolución, sin embargo, Dovlátov tiene una pizca de humor que no me esperaba cuando cogí uno de sus libros y empecé a leer sus primeras páginas. Cuando le comenté a Pablo que estaba leyendo ese libro, que fue el primero que compré en Pérgamo, me recomendó a Juan Forn y sus columnas publicadas en Yo recordaré por ustedes. Y viniendo de Pablo, seguro que era bueno.
Yo recordaré por ustedes es una especie de diario, un diario de un viaje alrededor del mundo, de sus culturas, de su historia. Es un viaje alrededor de tradiciones, experiencias, anécdotas, libros, donde se habla de personajes famosos, artistas, gobernadores y otros dictadores. El conjunto de textos, que creo que supera el centenar, es un recuerdo en sí mismo. Juan Forn escribe semanalmente en el periódico Página/12 estas columnas para que nosotros no tengamos que esforzarnos en recordar y que quede todo escrito. “La escritura de un diario es un lazo con uno mismo cuando se pierden todos los lazos”.
No recuerdo muy bien el día que empecé a leer este libro, pero es verdad que tengo una pequeña imagen de estar en el aeropuerto leyendo la primera parte de los escritos. No sé porqué siempre tengo recuerdos de aeropuertos. También recuerdo muy bien una de las frases sobre las que reflexiona Forn, muy relacionada con algo que dijo San Ambrosio: “nosotros leemos para adentro. Esa es la paradoja del libro: que, cuando leemos, nos vamos del mundo, pero ese irse del mundo enriquece nuestra experiencia del mundo”. Yo no suelo leer hacia afuera, me suele dar más vergüenza y en el metro es un poco complicado, pero creo que leer para adentro me hace reflexionar más acerca de lo que estoy leyendo. Esa lectura me instala en un sitio en el que pocas cosas me han llevado, y luego, debido a esa abstracción, me cuesta recordar. Mis entradas son una forma de recordar todo lo que he leído, lo que hago, lo que veo, pero sobretodo, explican y dejan por escrito lo que me importa recordar. Un viaje, un restaurante, un libro o una quedada con amigos.
Cortázar, y con esto mi amiga María estará contenta, decía lo siguiente: "La memoria se acude en ocasiones imprevistas, y entonces uno se da cuenta de que ha vivido más de lo que pensaba, de que el olvido es una forma de memoria latente, una memoria que no se resigna a desaparecer del todo." Por esta razón, que nadie nos quite las ganas de recordar. Recordad todo lo que podáis. Escribid para recordar. Haced fotos para recordar. Enviad cartas para recordar. Dejadlo en la red, o simplemente, en vuestra memoria. Y, mientras sea posible, yo recordaré por mi mismo. Porque siempre hay algo que vale la pena recordar.
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