Ya que por la mañana me es imposible (¡me gustaría ver quién es el tonto que se levanta a las 6 para escribir 1 página siquiera!), lo hago ahora por la noche que es cuando más inspirado estoy. Los aromas de la noche me han ayudado siempre, y no penséis mal, que no necesito ninguna ayuda de ningún John Walker o Bacardi. Me pongo delante del teclado y todo fluye, palabra a palabra. Algunas veces más y otras menos, pero la cuestión es escribir. Y hoy no hay otro motivo mejor que contaros mi pasado fin de semana, que después de un año, ¡volví a pisar Palma de Mallorca con mis padres!
Cuando uno es de Menorca, visitar Palma es como irte de excursión con el colegio. Mis amigos de la Península me decían a veces que sus excursiones eran irse a Madrid, o a algún pueblo que estaba a 200km de su escuela. Aquí, como mucho, me llevaban a Ciudadela, y esa era una excursión a la que se iba, como mucho, una vez al año porque se consideraba demasiado “lejos”. Estamos hablando de 40km. Eso se lo hace cada día un vasco andando para ir del trabajo a casa. Ir y volver.
Culpa de toda la mierda del virus, no nos habíamos movido juntos en todo un año. Me ayudaron a recoger las cosas de Madrid en verano y se encerraron en Menorca durante estos largos meses. Menorca puede ser muy bonita, pero a veces, sobre todo en invierno, puede parecerse más a una isla en cuarentena que en la que vivía Robinson Crusoe. La tranquilidad y el paraíso compensan la monotonía y el poco ocio abierto, algo que se ha acentuado en este principio de 2021. Eso sí, parece que poco a poco vamos abriendo las puertas al verano, o a los turistas, aunque a los de aquí nos hayan jodido todo el año.
Entrar en el avión con compañía era algo que no tenía desde verano pasado, y se echaba de menos. El comandante nos saludó a todos con una charla que no habíamos escuchado nunca. En 5 minutos hizo referencia a una canción de Hombres G, pidió a una chica que no se casara con su prometido y le dijo a un equipo de vóley que como ganaran contra el Sóller, iba a hacer que el avión cayera al mar. No nos había pasado nunca. Eso sí, espero que la prometida se haya casado. Úrsula, si estás leyendo esto, muchas felicidades y disfruta de toda una vida con tu ahora marido.
Llegamos a Palma y como íbamos sin maletas fuimos directos al Centro Comercial FAN. Allí, entre Primark, Tiger, H&M y Mangos, nos pasamos una mañana entera andando hasta comer en el 100 montaditos. Tradición familiar. No sé por qué, pero las últimas 4 o 5 veces que hemos ido a Palma hemos terminado comiendo ahí. Ese día íbamos solo a ver tiendas, algo que a mucha gente le parecerá raro, pero a nosotros nos parece lo más normal del mundo. Otra suerte de vivir en Menorca. Le puedes preguntar a cualquiera, y todos habrán ido a Palma una vez a comprar. Ya os digo yo que es como una excursión.
Por la tarde nos movimos por el centro, haciendo varias paradas para tomar algo. Antes de tomar un helado en el Passeig d’es Born, la tarjeta había sufrido algunos gastos en tiendas de ropa y estuve a punto de caer en la tentación con una novela de La casa del Libro. Había varias opciones, pero al final no me decidí por ninguna. Hacía tanto calor que mi mente no leyó con atención ninguna de las reseñas. Solo veía portadas, y todas eran buenas.
Las calles del centro eran las mismas, la gente seguía paseando con sus familias y amigos, pero el ambiente no era el mismo. Hacía mucho tiempo que no íbamos, pero muchas cosas habían cerrado, y las que permanecían abiertas, con suerte, tenían algunos clientes. Se ha notado el Covid en las islas, aunque no hayamos sido los más perjudicados, y eso se transmite con el comportamiento de la gente. A Palma le faltaba esa alegría, ese ir y venir de turistas continuo, ese olor a alemán untado con crema de sol… Aún así, valió la pena volver a pasear sus tiendas, porque en la calle estuvimos poco.
Tras un día largo volvimos al aeropuerto. Ahí nos esperaban los queridos controles de Sanidad y de tarjetas de embarque. Se supone que a España puede entrar un inglés sin PCR, pero yo de momento no puedo estar más de 72h fuera de mi isla, porque si lo hago, tengo que hacerme un test en el aeropuerto. Surrealista. Como no hicimos ni un día, nos lo ahorramos. Menos mal, porque en ese momento mis piernas solo querían estar en mi sofá, viendo Eurovisión, con las pastas que habíamos comprado en una panadería. Fue un día completo del que pudimos disfrutar todos juntos otra vez. Tengo que escribir 3 páginas. Tengo que escribir 3 páginas. Tengo que escribir 3 páginas. Ale, ya está. Ya he conseguido mi propósito del curso. Espero que os haya gustado, y recordad, una cosa es Mallorca, y la otra Menorca, que aún veo algún despistadillo por ahí. Un beso (virtual, no os preocupéis).
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